sábado, 31 de agosto de 2013

Bodegón o naturaleza muerta, bien muerta, podrida.

En este rato de soledad que me brinda la vida del trasnochador me he puesto a desentrañar a lo Freud lo más oculto y oscuro de mis sueños más recientes y vívidos. Recuerdo con especial desasosiego el último de todos. En él me vislumbré abriendo desesperada una nevera llena de comida podrida. Huevos pestilentes, carne infestada de larvas, leche derramada de color pus oscuro, fruta agusanada.., mis únicos víveres echados a perder. Sin embargo, nada de aquello parecía importarme. Me quemaba sentir que me moría de hambre. Así que sin dudarlo un instante me lancé como una víbora a chupar sin miramientos aquellos asquerosos restos putrefactos. Mientras desgarraba la carne con la voracidad de un depredador en ayunas sorbía con ansiedad la clara verdosa de aquellos huevos agujereados como si fuera el manjar más apetecible. La visión de tan insalubre ágape sólo podía responder a lo podrido de mi alma. Sin duda poco queda de aquella tan cándida, inocente e imperturbable. Se ha consumido y envilecido hasta pudrirse en la miseria, ésa misma a la que me tengo que aferrar a toda costa pues es lo único que queda de mí.

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