lunes, 25 de agosto de 2014

Onyx. Corazón de piedra.

Resignada, la hechicera que tantas veces había usado su magia convirtiendo en estatua a todo aquel que se interponía en su camino aún sabiendo que con cada hechizo se hacía un poco más de piedra, entendió que su vida había sido una lección "inaprendida" y su destino su mayor castigo. La magia se había vuelto contra ella y comprendiendo al fin su error se enterró con su trono de cuarzo en las profundidades de la gruta.

Oh mi ángel.

Oh mi querido y frágil ángel ¿ves en lo que te has convertido? No, por supuesto que no. Hay una venda en tus ojos claros que te impide ver tu nuevo aspecto. ¿Recuerdas cómo era la sensación de volar sin límites? Si vieras la sustancia viscosa, verduzca y maloliente que te recubre pringando tus brillantes y enormes alas sabrías por qué no puedes desplegarlas y echar a volar. Pero me temo que ni lo intuyes, ni te lo cuestionas y encima me llamas loca por intentar deshacer el nudo de esa venda. Parece que te hayas resignado a convivir con la ponzoña, la misma que te pega al suelo mugriento y embarrado como arenas movedizas en las que te puedes hundir sin remedio, obligándote a vivir como hace años juraste convencido y obstinado que no vivirías por nada del mundo, cuando confiabas en que tus alas inmaculadas nunca dejarían de llevarte más allá de donde alcanzaba tu mirada. Pero eres joven mi ángel, y aún confío en que cuando te canses de tus propios subterfugios y te pese demasiado el pringue, te sacudirás como un perro juguetón para despojar tus alas de lo que las impide volar tan alto como permiten tus bellos ojos.

sábado, 23 de agosto de 2014

El rey aburrido transformándose en estatua.


La druida.

No escapaba de nada ni de nadie pero tampoco iba a ningún lugar. Nadie la esperaba y pocos sabían de ella. Desde luego nadie la conocía de verdad. Muchos pensaban que su frágil salud de niña y adolescente aún perduraba en ella y que escaparse de casa antes de conocer a su prometido era su sentencia. Se rumoreaba que había muerto de inanición. Otros decían que la había aplastado una roca. Otros que la habían despiezado los trolls, otros que la habían asesinado los druidas que habitaban el bosque de hayas. Pero lo que nadie sabía era que sus habilidades la hacían mantenerse viva y no sólo eso, sino que había encontrado su refugio en la mismísima montaña. Como una sombra recorría sendas, escalaba riscos peligrosos, cruzaba ríos... La naturaleza le proveía de todo lo que necesitaba y ella se lo agradeció dedicándose a estudiarla y amarla. Así vivió la druida de la montaña. Aquella que aún te susurra cuando te pierdes en sus dominios para que sepas encontrar la salida.