miércoles, 8 de febrero de 2017

Niñez maldita.

Las criaturas estaban desesperadas, enrabietadas por el hambre. Desquiciadas. Y en su desquicie emitían gritos de sirena. Unas trepaban por las paredes con la facilidad de un reptil, otras se golpeaban contra ellas hasta desgarrarse o quebrarse los huesos y deformar, aún más, su ya de por sí extraña figura, otras levitaban para alcanzar los altos respiraderos de las puertas que las contenían, esnifando con los ollares grotescamente dilatados cualquier atisbo de presencia al otro lado, con las pupilas erráticas bajo los párpados, las uñas ennegrecidas clavadas en la puerta, los pies flácidos y mortecinos, a metros sobre el suelo, asomando bajo los camisones ondulantes y fantasmagóricos, recuerdo de su niñez maldita.

domingo, 5 de febrero de 2017

Una sirena de las profundidades.

Creo que me estoy enamorando.

Creo que me estoy enamorando. Sí. De ti que lees mis líneas y a través de ellas me conoces mejor que nadie. De ti, incorpóreo para mí, mientras escribo con la devoción de la amante esperando que te enganches a mí y que las palabras nos atrapen como la adicción al buen sexo nocturno y mudo. Creo que me estoy enamorando de la avidez de tus ojos, de cómo absorbes cada palabra que dejo caer ante ti para que la recojas y al devolvérmela nos encontremos las miradas y nos sobren las palabras y acabemos teniendo sexo nocturno y mudo. Escribo para ti con desenfreno, con deseo, con ira, con lujuria, con amor, por amor. Creo que me estoy enamorando de tus pupilas saltarinas, de tu mente inquieta, de tu silencio sagrado para leerme en un rincón, la luz apagada, el corazón galopante. Éste es nuestro tesoro. Nuestro momento. Tú y yo. ¿Te das cuenta? Te hablo a ti, al otro lado, sin tapujos, directa a lo más privado. Sabiendo que en este instante te estás preguntando si de veras me estoy dirigiendo a ti. Convéncete y concédeme más ratos como éste. Y piensa en mí. Piensa en cómo soy, en quién te escribe con la devoción de la amante entregada en cuerpo y alma, que se desangra con cada palabra y con cada suspiro. Porque soy yo quién te escribe. No te daré datos innecesarios. Sólo imagíname. Y encuéntrate conmigo al final de estas letras. Vuela conmigo. Sueña conmigo. Quédate conmigo un instante más. Llévame contigo hasta la próxima vez. Hazme eterna.