miércoles, 22 de agosto de 2012

En cada palabra que escribo, un pedacito de mi alma.

En cada palabra que escribo dejo un pedacito de mi alma, un trocito de mí misma con la esperanza de que, cuando no queden más que partículas de polvo de mi existencia, alguien me pueda reconstruir en el futuro y devolverme a la vida a través de lo que fui.

martes, 21 de agosto de 2012

Me puede el deseo.

Me puede el deseo de verme cogida de tu mano. Me puede el deseo de quererte. Me puede el deseo de vivirte, de escribirme contigo, de perderme entre tus brazos, dormirme en un beso, soñarte despierta. Me muero por una cuenta atrás contigo para despegar derechos al paraíso, en ese cuarto casi negro a la luz de una vela entre las sábanas ardiendo por fin.
Escóndeme entre tus brazos , que el mundo no sepa de mí.

lunes, 20 de agosto de 2012

Al final del día.

Al final del día sólo me queda esperar que llegue mañana y con el nuevo amanecer, tú. Porque aspiro a despertarme contigo más que a ver los rayos del sol. Tú y tú y tú y más tú. No quiero más en mi vida, no cabe nada más. Estoy completa contigo, a tu lado, sintiéndome fuerte porque tú estás ahí, nadie más, sólo tú, como no puede ser de otra manera.

En caso de terror absoluto.

La palabra esquizofrenia retumbaba en mis oídos peligrosamente. Aquella revelación me acompañó durante todo el trayecto desde la extraña conversación con aquel hombre tan cercano a mí. No dejé de pensar en ella, me angustiaba pensar en el posible carácter hereditario de esa patología y al llegar a casa no pude hacer otra cosa más que comerme la cabeza y hacer una búsqueda personal para comprender aquella enfermedad. Los artículos de medicina de aquella prestigiosa revista científica que había comprado años atrás y que había escondido por falta de interés en el fondo de mi armario, despertaron en mí de repente más que curiosidad. Centré en ellos mi atención pues en su lectura encontraría las respuestas a mis angustiados interrogantes. Mi ignorancia o deficiente conocimiento, a pesar de haber conocido un caso muy cercano, hizo que muchas de las conclusiones extraídas del artículo de investigación me sorprendieran y lejos de calmar mi ansiedad dieron lugar a más quebraderos de cabeza. Al parecer, los brotes esquizofrénicos son frecuentes en la población aunque no tienen por qué cronificarse y empeorar el estado mental de la persona. Son algo así como crisis psicóticas que pueden aparecer en el transcurso del proceso de maduración de la persona. Eso no me tranquilizó en absoluto, aunque leyendo la sintomatología pensé que realmente era una patología compleja que requería una base anatomo-fisiológica desencadenante. Así, al parecer, la estructura anatómica alterada en esta patología era el tálamo, importante área de selección de toda la información tanto interna como externa que va a ir al córtex cerebral para ser procesada. En los pacientes esquizofrénicos el tálamo es incapaz de cribar toda la información, todos los estímulos que llegan a él, bombardeando a la corteza cerebral con datos necesarios e innecesarios en exceso. Se produce de esta manera el caos más absoluto. La pérdida del yo consciente. La fusión con el entorno. Aquello era demasiado para mí. Cerré de golpe la revista e intenté acallar mis propios pensamientos. Tomé el control sobre mí misma en un alarde de demostración de qué era lo que se debía hacer en caso de terror absoluto.

Simplemente TE QUIERO.

Hoy simplemente escribiré TE QUIERO. Porque es así, porque es mi mayor realidad, la que más me apetece gritar a los cuatro vientos, la que me arropa cada noche, la que me calma en estos tiempos difíciles. Me sobra lo demás, lo único que me importa es que TE QUIERO.

Completamente completa.

Todo es igual. Nada ha cambiado. Sigo metida en esta vorágine de pensamientos sin saber muy bien cómo desprenderme de ellos. Ni siquiera estoy convencida de querer hacerlo, es como si hubiéramos creado un nexo entre nosotros, un nexo indestructible, invisible, peligroso. Como un lazo que me ata a mi pasado, que me envuelve día y noche, vigilia y sueño. No me deja en paz. Es oscuro, siniestro y a la vez quiero comprender y aceptar que es parte de mí. Mi parte más oscura. Mi parte menos agradable. La que muchos no comprenderían jamás, ni siquiera esforzándose. Por eso me sincero contigo, mi fiel amigo. Porque tú no me juzgas ni lo harás. Tú no me miras frunciendo el ceño cada vez que te explico lo que me pasa. Tú eres un gran amigo, quizá seas mi otro yo. El que comprende por mi historia por lo que estoy pasando. El que entiende mi situación, mis más profundos e incómodos secretos.
Quizá escribirlo lo haga menos importante, quizá no lo sea. Pero para mí, en mi universo de confusión es difícil. Una maraña ideológica que confunde mis pasos.
Aún con todo, camino. Camino sin cesar. Como si de esa manera estuviera más tranquila. Pero aunque logro parte de esa calma que busco mi alma está inquieta. Siempre inquieta. Buscando y rebuscando, arañando del pasado cualquier atisbo de razón para lo que siento en el presente. Estoy desesperada como tantos años que llevo en la misma situación. Y aunque trato de salir tengo la sensación de que siempre vuelvo al mismo punto. Al de querer despertar de nuevo a ver si así consigo hacerlo todo mejor, ser más y mejor yo misma. Pero al momento comprendo que es una soberana estupidez que no lleva a ningún sitio. Me he planteado hacer terapia psicológica para bloquear todos esos sentimientos e ideas confusas que tanto tiempo me arrebatan, pero al final yo misma me retracto de tales propósitos. Porque no quiero de momento ayuda externa. Sé que necesito comprenderme a mí misma y supongo que eso lleva más tiempo que cualquier carrera. Intento hacerlo lo mejor posible. Por eso trato de escribir mi problema, mis inquietudes, para ver si así consigo sacarlas de mi mente, aunque sea sólo mientras tecleo frenéticamente siguiendo el ritmo del aluvión de ideas que profana la quietud de mi pensamiento. La verdad es que quiero poder ser libre, quiero liberarme a mí misma de prejuicios, de sufrimientos injustificados, de miedos futuros. Quiero vivir plenamente y dejarme de miedos. Quiero sentirme bien y completamente completa. Completamente yo.

El gato que nada sabía.

Deslizaba su mano por el suave pelaje de su gato como hacía siempre que se sentaba a reflexionar. Por nimio que pueda parecer, aquel simple gesto le permitía adentrarse aún más en sus propios pensamientos. Por macabros que fueran, él seguía pareciendo un hombre frágil incluso benévolo con un visible amor por su compañero felino. Nada sabía esa pobre bola de pelo de los oscuros planes de su dueño. Vivía felizmente paseándose por la mansión, restregándose por los marcos dorados de sus puertas, arañando las carísimas tapicerías, agujereando los largos cortinajes, pateando las teclas del ancestral clavicémbalo, comiendo las más suculentas y apetitosas delicias que se encargaba de administrar su amo con la puntualidad de un reloj biológico. Pero no entraba en su diminuto cerebrito entender el plan que estaba a punto de acometer su querido dueño, el mismo que acariciaba pacientemente su pelaje sumido en un sueño de ambición. Los ronroneos de ambos se unían en sonora armonía en el silencio de la noche al calor del fuego de la chimenea.

sábado, 18 de agosto de 2012

Siento el vacío sin ti.

Siento el vacío sin ti y no me gusta. No lo soporto. Te busco a cada instante, en cada rincón de mi memoria y cuando creo que tu imagen es suficientemente vívida me aferro a ella como si pudiera abrazarla pero no logro sentirme ni siquiera parecido a como me siento cuando te tengo cerca. Todo es distinto sin ti, todo carece de sentido. Ando perdida, sin rumbo, caminando errante hacia donde me arrastre el viento. Sé que no vas a volver por más que yo lo desee. Sé que no vas a aparecer de nuevo porque no está en mí lo que buscas con tanto ahínco. Y me duele, pero a pesar de tanto dolor quiero lo mejor para ti.

martes, 14 de agosto de 2012

Es imaginarte y...

Es imaginarte y una lengua de fuego me quema las entrañas. Es imaginarte y el deseo más desesperado retumba dentro de mí, resquebrajándome, apoderándose de mi voluntad sin piedad. Es imaginarte y se me envenena la razón que me tortura. Es imaginarte y ver tu figura dando de comer veneno a mis pupilas. Es imaginarte y ser sacudida por mil rayos. ¿Dime entonces qué sería de mí si pudiera rozarte con la punta de mis dedos, si al más leve roce moriría de amor? ¿Dime que tormento me espera al probar el sabor de tu piel, de tus abrazos, tus besos? Es imaginarte y abandonarme al más dulce de todos los castigos.

Las Perseidas.

Algo tiene el Universo que encandila, hipnotiza, empequeñece. Todo lo que allí ocurre fuera de nuestro limitado alcance parece atraernos con la fuerza de un agujero negro o el canto de una sirena. Descubrir las constelaciones de entre tantas estrellas se antoja un juego fascinante pero lo es aún más verlas cruzar el cielo. Es increíble la ilusión que puede hacer observar el manso firmamento a la espera de una estrella fugaz que rompa la quietud por un efímero instante. Pocos eventos de este tipo he presenciado en mi vida pero hice lo posible porque no se me escaparan las Perseidas la madrugada del día doce de agosto incómodamente sentada en un puff de mimbre y apoyada sobre una almohada en el alfeizar de la ventana de la buhardilla junto a mi hermana. En mi cabeza se apilaban desordenados los deseos que lanzaría al viento al paso de los astros como si no quisiera perder la ocasión de hablarles de ellos a las estrellas, esperando de ellas algún tipo de poder o magia ancestral capaz de cambiar el rumbo de mi vida. Desde ese momento, en mi retina han quedado grabadas esas estelas de fuego surcando el negro de la noche y en mi alma los deseos que viajan con ellas en el tiempo.

Me tienes enamorada.

Amor mío me tienes enamorada, en vilo, pendiente de un hilo. Me tienes atada a tu boca, presa de las caricias de dos cuerpos enroscados a la luz de la luna. Cariño mío, sálvame o enciérrame en tus brazos, pero no me dejes morir en el olvido. Víveme ahora. Seamos presente. Te deseo aquí y ahora a cada instante. Hagamos inmortal un beso en las estrellas, rocemos la locura del que ama plenamente, dejemos escapar ese fuego que nos quema por dentro y que nos coman vivos las llamaradas.

viernes, 10 de agosto de 2012

Si nos amamos.

Oye, estaba pensando... ¿Qué te parece si nos amamos? ¿No lo ves lleno de ventajas? Yo te amo, tú me amas y eso es cierto, lo sabemos. Yo lo llevo escrito en mis ojos para que cada vez que los mires leas en ellos todo lo que te quiero. Yo lo he atisbado en tus sonrisas, en tus caricias. No me hace falta más. Estoy segura. Quiero amarte. Me sobran ganas.

Me arrepiento de haberlo escrito pero aquí está, para aprender de ello.

¿Por qué nada de lo que hago es nunca suficiente? ¿Por qué me levanto siempre con una regañina taladrándome los oídos? ¿Por qué no me encuentro a gusto en mi propia casa? ¿Por qué se le ha olvidado qué nos une, qué somos? Nunca leerá esto, ni lo sabrá. Quizás lo intuya pero da igual. En la nube de pastillas en la que vive todo es perfecto pero si saliera de ella vería que tiene que arreglar muchas cosas que no se arreglan solas. ¿Cómo se lo hago ver? ¿Cómo le convenzo de que camine en la dirección correcta y no en la que le lleva al sufrimiento y al arrepentimiento? Eso es lo último que quiero para él, que en la soledad de la vejez o del último lecho le sobrevenga el arrepentimiento y comprenda que ya no hay vuelta atrás, que se equivocó y tendrá que asumir la culpa de la que no le eximieron en su día las pastillas.

Ayúdame.

Oh Dios mío, ¿cómo puedo ayudarle? ¿Cómo puedo hacerle ver que le quiero, que quiero ayudarle, que estoy a su lado para que juntos salgamos de ésta? Me siento incapaz, dolorosamente vencida por unos recuerdos que han echado raíces y le envuelven. No sé cómo hacerlo, no sé qué hacer. Sólo te pido que me des fuerzas para no desfallecer, para estar a su lado pase lo que pase y pueda apoyarse en mí para crecer, para liberarse, para ser feliz. Oh Dios mío, ayúdame.

jueves, 9 de agosto de 2012

La llamada.

Era la una y veinte del 9 de agosto y tenía los ojos como platos. Aquella llamada la había descuadrado por completo. Significaba que nada volvería a ser lo mismo. Marc se iba definitivamente. La abandonaba. Todo el amor, antes inquebrantable, que se habían profesado durante años era ahora un saco de vagos recuerdos y sueños rotos. Ella se consumía preguntándose qué había hecho mal, qué había cambiado para que él decidiera marcharse de aquella manera, con una simple llamada y un adios tan fugaz como el tiempo que se tarda en descolgar el auricular y que aún le martilleaba los oídos como el sonido de las agujas del reloj. Era el último recuerdo que él la regalaba. Un adios suspendido en el vacío. No había consuelo para ella. No lo habría en mucho tiempo. Tardaría en darse cuenta de que se había dejado de querer, se había llegado a odiar por haberle perdido de aquella manera. Pero un día se levantó de la cama con decisión y se miró al espejo. Habían pasado años desde aquella llamada y no era ella misma la que le devolvía la mirada a través del espejo. El cansancio y la derrota eran patentes en su rostro pero aún había un rescoldo de vida en sus pupilas. Se armó de valor y frente a su reflejo juró salir del abismo por ella.

miércoles, 8 de agosto de 2012

Mi lista especial de cosas contigo.

Un sueño intenso quiero contigo, un baile que dure toda una vida, un "buenos días mi vida" todas las mañanas, una puesta de sol eterna en la arena, un millón de primeros besos interminables, un sinfín de primeras citas, tantas como quieras miradas furtivas, un te quiero que no acabemos de pronunciar, tú a cada instante,tú siempre.

martes, 7 de agosto de 2012

Una larva. Una sirenita. Un polluelo miedoso.

Hoy me siento una larva quiescente, esperando que amaine la tormenta para poder salir de mi cubierta. Todo a mi alrededor me indica que permanezca un poco más en mi escondite; sin embargo me muero por salir al exterior y vivir a la luz del sol. Soy Sirenita buscando cachivaches que me dén algo más de información de ese mundo que anhelo desde las sombras. Por eso mismo también soy carne de cañón para esos monstruos que me harían pagar un alto precio por un par de piernas. Me encuentro presa de mi ansia de volar, soy el polluelo miedoso del nido, el que teme acabar estrellado contra el suelo por hacer un mal vuelo. A pesar de todo, miro al precipicio con la única idea de sortearlo y llegar al otro lado, donde de verdad empieza el camino.