miércoles, 29 de junio de 2011

El colapso.

LLevo un tiempo pensando que es inevitable la caída. Todo parece ir bien durante un tiempo pero luego las mentes y los cuerpos cansados, agotados, desmotivados, viejos, no dan más de sí y dan paso a la desgana, a la pasividad y se dejan llevar por la tempestad con resignación. Mantenerse en la vida en el punto medio sin desvanecerse, sin renquear, firmes ante las desavenencias es digno de admirar y desde luego ejemplo a seguir. Sin embargo, sólo unos pocos consiguen mantenerse a flote y no dejarse vencer por los infortunios, ¿seremos esos pocos afortunados? Lucharemos por ello.

domingo, 26 de junio de 2011

Ulises.

Homero cuenta en su leyenda que el héroe Ulises en su odisea oteaba el horizonte día tras día con los ojos empañados en lágrimas por la nostalgia por su tierra, por su familia, sus raíces... Luchó contra el mar y sus criaturas, cíclopes, malvadas brujas y tentaciones y por ello pasó a formar parte del panteón de semidioses de la mitología.

Hoy hay miles de Ulises que llegan a las costas cada año enfrentándose a los peligros del Mar, arriesgando su vida y la de los que algunos llevan en su vientre por una nueva vida lejos de las penurias de su existencia en el desdichado hemisferio de la Pobreza. Lo dejan todo y se embarcan en una patera de mala muerte, o se anclan a los bajos de un camión de mercancías, con tal de poder amanecer en una tierra menos cruel que de la que provienen. Ponen al límite la resistencia y las capacidades adaptativas del cuerpo humano sobreviviendo a las más insufribles condiciones, padeciendo de por vida un estrés crónico por tanta pérdida incomprendido en muchas ocasiones.

Contribuyamos a suavizar el dolor que acarrean y ayudémosles a recuperar su vida.

Soteria.

Carol había tenido un día de perros en la Facultad de Medicina en la que estudiaba tercer año y al llegar a casa no mejoraría en absoluto. Otra vez su madre había ignorado a David, el novio de Carol al que había intentado integrar de todas las maneras en su familia a pesar de sus diferencias... Algún resorte en el mecanismo mental de Carol saltó en el momento en que empezó a vociferar a su madre, reprochándole todo lo que había hecho mal desde la muerte de su padre. Sus pulsaciones empezaron a acelerarse sin control, su temperatura aumentó ligeramente. Perdió el autocontrol que tanto se habían cuidado de enseñarle a manejar los psicólogos de su colegio. Llevaba años sin escuchar aquellas voces que la culpaban de lo que le sucedió a su padre, años sin alucinaciones, años intentando comprender lo que estaba mal en su cabeza. Tantos años de control, de medicacion, de estudio de su propia demencia para tirarlo por la borda en unos pocos minutos. Carol se perdió luchando contra su propio yo. Estaba irreconocible y cuando su madre desesperada por el grado de alteración de su hija cogió el teléfono para llamar a la policía, la locura se desató en el interior de Carol, que no paraba de arrojar todo lo que se encontraba a su paso. La parte más racional de la chica intentaba aflorar entre aquella sombra que se había apoderado de ella. Esa parte racional se alegró cuando vio a los vecinos, los señores Müller, entrar en la escena. Sin embargo, a pesar de que se dirigían a ella con todo el cariño del mundo, pues la habían criado como a una nieta, eso no ayudó mucho a que se calmara porque el miedo a herirlos se sumó a esa vorágine de sentimientos de culpabilidad que la arrastraba al abismo. Al llegar la policía no hubo palabras de cariño hacia ella. ¿Por qué la trataban como a una criminal en potencia, una asesina en serie? ¿En serio nadie se podía imaginar la crisis de ansiedad por la que estaba pasando y que lo último que necesitaba era la violencia? Ellos habían desatado el monstruo que se hizo por completo con el cuerpo y la mente de Carol. Dos tíos enormes la aprisonaron con sus brazos haciendo acopio de todas sus fuerzas mientras un tercero le clavó la aguja con la morfina. El mundo se desvaneció ante sus ojos anegados en lágrimas de desesperación.

Carol despertó desorientada y con escasos recuerdos en la cama de una habitación luminosa y blanca. Al principio creyó estar en un sueño apacible. De esos que reconfortan el cuerpo y la mente. No recordaba cómo había llegado hasta allí y esforzarse en atraer los recuerdos le provocaba un tremendo dolor de cabeza, así que decidió no pensar. Se limitó a escuchar el silencio. Nada ni nadie la estorbaban. Por fin podía relajarse. Quizá eso era todo lo que necesitaba, un poco de paz en su interior. Se levantó de la cama y comenzó a andar rozando con sus dedos la suave textura de las paredes. Se dirigió hacia la pequeña ventana que daba a un jardín exquisitamente cuidado, los arbustos podados en relajantes formas simétricas. Líneas laberínticas con curvas que recordaban las formas de las ramas de las vides. Se quedó mirándolo un buen rato dejando la mente en blanco. En sus libros de psicología había leído sobre aquella relativamente nueva forma de terapia de los pacientes psicóticos. La llamaban soteria que derivaba del griego y significaba protección, seguridad, salvación. Era toda una revolución y daba muy buenos resultados. Recordó haber leído testimonios de pacientes que habían pasado por esas selectas clínicas y que con la mínima medicación a base de pequeñísimas dosis de neurolépticos y una buena atención por parte del personal habían vuelto a una vida de calidad con muy pocas recidivas. Así que era otra paciente más. ¿Cuantos pacientes más habría como ella? ¿diez, doce? ¿Cuánto tardarían en trasladarla a una habitación común con más residentes? ¿Cuánto tardaría en estar suficientemente recuperada como para que la pusieran a hacer pequeñas actividades rutinarias de manteniemiento como hacer la compra y cocinaar para los demás residentes..? ¿Cuánto tardaría en poder llevar una vida normal lejos de los sobresaltos? Entonces, llamaron a su puerta y una mujer de aspecto dulce y amable la saludó. No parecía para nada una doctora, no iba siquiera vestida como tal. Era lo más agradable que una podía imaginarse. La mujer la pidió que la acompañara a desayunar y Carol la siguió sin dudar. Decidió no preguntarse nada y limitarse a curarse en aquella estancia blanca.

sábado, 25 de junio de 2011

Mi amigo, un monstruo llamado Cambio.

Cada cierto tiempo, en mi vida aparece un monstruo. Si pudieras verlo quizá para tí no sería tan horripilante, quizá incluso te caería bien y le permitirías dormir en el oscuro armario de tu alcoba. Pero a mí no me parece nada agradable. Y por las noches, cuando creo que voy a dormir profunda y plácidamente, se introduce en mis sueños y los desbarata, tornándolos pesadillas insoportables. Ya no soy ninguna niña y por eso decidí plantarle cara y exigirle una buena y convincente explicación. Aquella noche me hice la dormida esperando ansiosa su venida y entonces, justo cuando se dispuso a avalanzarse sobre mí me levanté de un brinco haciendo acopio de todo mi valor.

- ¡Ajá, monstruo! No creas que vas a poder salirte con la tuya, no... ¿Acaso pensabas que iba a aguantar tanto tiempo escondida bajo las sábanas de franela? No, maldito monstruo. ¡Aquí estoy haciéndote frente! ¡¡¡Lucha conmigo si tienes agallas!!!

Entonces, el monstruo empezó a inflarse como un globo y me preparé para lo peor. Aunque no me achanté no pude evitar cerrar los ojos y encoger un poco los hombros por lo que pudiera pasar, tenía que pensar algo. Y temiendo que descargara su ira sobre mí de la peor de las maneras, me dio un vuelco el corazón cuando abrí los ojos y descubrí lo que tenía en frente. No pude dejar escapar una risotada ante la escena que se había formado ante mí. El monstruo había tomado una apariencia totalmente diferente. Ahora parecía incluso cómico, me atrevería a decir. Entonces con una vocecilla ridícula me dijo:

- Siento haberte asustado todos estos días, soy nuevo en el oficio y aún no controlo mi poder... Ups, perdona, mi nombre es Cambio. Por órdenes de mis superiores mi trabajo consiste en asustar mucho al principio y luego ir remitiendo para,, al final insuflar valor al Cambiante para que no tema ante las nuevas situaciones y perspectivas de su vida.

- Y... ¿es obligatorio lo de "asustar mucho al principio"?

Esta vez fue Cambio el que rió a pleno pulmón.

- Depende del historial del Cambiante. Tú...- prosiguió al verme la cara de interrogación- eres una Cambiante inexperta y por eso en los primeros cambios hay que asustar todo lo necesario para que afrontes bien todo lo que es nuevo en tu vida.

- Entiendo.

- Pero no estaba en mis planes que te volvieras valiente tan temprano y mucho menos que ¡me descubrieras! Creo que eso es un buen indicativo de tu progreso, así que omitiremos la Primera Fase de "Asustar Enormemente" e iremos directamente a la Segunda Fase de "Inicio de la Adaptación", ¿te parece? Bueno, por el momento te dejo descansar porque tengo que ir a comunicárselo a mis jefazos. ¡Un placer haberte conocido!

- Igualmente, Cambio. Espero que seamos buenos amigos.

- Claro, siempre estaré contigo, ayudándote a superar todo obstáculo.

viernes, 17 de junio de 2011

De la Tierra. De la Música.

Hoy me he permitido el lujo de adentrarme en el mundo de la música New Age y he encontrado una creación maravillosa. Se llama "Song of the Spirit" de Karl Jenkins, uno de los fundadores del grupo Adiemus que ideó la genialidad de un lenguaje ligado a la tierra y no al raciocinio, una lengua que nos uniera a todos a través de sonidos más antiguos que nosotros mismos. Y no he podido evitar sentirme empequeñecida por la fuerza sobrenatural de esta composición. Es como si el propio espíritu de la Tierra emanase de cada nota y te envolviera con su profunda y ancestral voz. También me he regocijado escuchando a la genial Enya, cuya música me es muy familiar porque me ha acompañado durante una buena parte de mi vida y siempre he admirado ese matiz de atemporalidad que impregna sus obras. Uno de los más claros ejemplos es Cursum Perficio, voz de ultratumba, de más allá del Origen, de todos los Tiempos. Eterna. Como la música misma. Quizá, se me ha ocurrido pensar, la Naturaleza nos habla a través de la música y sólo aquellos capaces de comprender el significado de sus palabras son capaces de transcribirlas y hacernoslas llegar al resto de la Humanidad a través de un lenguaje primigenio que no tiene otro código más que las sensaciones. La Música.

domingo, 12 de junio de 2011

Musa.

Musa ¡manifiéstate! Preséntate ante mí y dime cómo lo haces. Cómo consigues hacerme volar entre mis pensamientos para regalarme las palabras adecuadas en el mejor momento. Cuéntame cómo consigues visitarme en ese período inevitable antes del más profundo sueño que desata mi subconsciente dejándolo correr libre, sin ataduras, lanzando su peculiar voz al viento. Y por qué cuando tú no estás me marchito, no sé pensar, no sé vivir. ¿Qué encanto tienes? ¿qué magia genial haces en mí? Me transformas, me renuevas, das alas a mi pensamiento, lo haces libre, lo dignificas, lo dotas de sentido. Te siento cada vez que mis manos se deslizan por el teclado del piano, cada vez que mis dedos acarician las hojas de los libros, cada vez que canto, cada vez que sueño. Fabulosa evasión a ti te entrego mi vida entera. Tómala. Es tuya. Sigue creando.

Hoy soy caracol.

Hoy me siento caracol, con una enorme casa a cuestas pero sin rendirse a las inclemencias de la vida. Escucho Waterloo de fondo y siento que hoy nada se me resiste. Saco los cuernos al sol queriendo acariciar su superficie abrasadora y me pongo en marcha a pesar de que sé que me costará una eternidad llegar hasta el final. Sin embargo, de algún modo el transcurrir de mi vida me ha enseñado a disfrutar del camino y amigo, eso es lo que voy a hacer. Disfrutar de cada instante. Sé caracol.

Alegría.

Alegría siento al despertar sin saber por qué. Es una sensación que me inunda enteramente y me mueve de acá para allá con frenesí. Un nuevo amanecer en el horizonte de mi rutina. Es tan especial. Quisiera que pudieras sentirlo conmigo. Te cogería de las manos y te arrastraría en un baile sin fín. Nos elevaríamos hasta el firmamento y volaríamos a la velocidad del sonido, etéreos. Dos suspiros en el tiempo. Baila conmigo. Siéntelo. Estés donde estés siéntelo. No importa qué estés haciendo. Olvídalo todo y navega junto a mí en este mar de felicidad. Ríete. Pasa el mejor rato de tu vida.

sábado, 11 de junio de 2011

Melodía.

Qué alto me haces llegar Melodía, qué bien me haces sentir. No sé qué extraño poder encierras, ni qué poderosa magia ejerces sobre mí pero eres Gloria, paraíso en mis oídos que se aferran a tu esencia intangible. Me llenas más que nada en este mundo. Me das sentido. Me anestesias el alma contra los pesares que la afligen. Me elevas. Me renuevas. Me electrificas. Me sobresaltas. Me emocionas. Me lo das todo.

Dios mío hoy tendría 89. Felicidades abuelo.

Dios mío, aún recuerdo aquellas promesas que te hacía en la capilla del colegio. Era una niña de fe inquebrantable, te buscaba, te amaba, hacía todo por ti, mi vida tenía un sentido, Tú me llenabas. Entonces empezaste a jugar sucio porque te llevaste una parte de mí. Me empezaste a dejar vacía. Y no habías hecho nada más que empezar. Querías poner a prueba mi fe y fallé estrepitosamente. Mis palabras, mis gestos se quedaron huérfanos. Ya no había razones. Intenté culparme por mi debilidad pero era más fácil culparte a ti. No te merecías mi respeto. No me pediste permiso para arrebatármelo sin piedad. Lo dejaste morir en aquella sala de hospital rodeado de tubos y moribundos y padeciendo la más dura agonía viendo cómo la vida se le escapaba a cada esforzada bocanada. Le pusiste trabas hasta el final, ¿qué te habría costado matarlo repentinamente durante el más plácido sueño? ¿Qué te hizo para abandonarlo a su suerte de aquella manera? Te odié. Te hice máximo y ÚNICO responsable. Hoy le habría cantado el 89 cumpleaños feliz. Hoy le habría tenido junto a mi piano. Hoy le habría cantado a pleno pulmón pero a donde Tú le has llevado no llega mi voz. A ti también te grito esperando que te enfades conmigo y me mandes esas temibles plagas y hagas conmigo lo que te plazca porque ya no soy nada. Porque nadie tiene asegurado nada. Porque tus promesas ya no me curan. Porque mi corazón nunca ha vuelto a ser el mismo. Porque estás exprimiendo hasta la última gota de mi alegría, porque me estás haciendo darme cuenta de lo que verdaderamente soy y de lo marchito que tengo el corazón. Soy un espectro andante. Ni siquiera una sombra de lo que fui. Me refugio en muchas cosas pero con todo me siento fuera de lugar. Lo estoy perdiendo todo, no tengo fuerzas para salir, me desgasto y me estás viendo desfallecer sin mover un dedo. Por lo menos devuélveme la ceguera de la fe en la que pueda confiar para mantenerme a flote y no hundirme con mis pesares en el fondo del abismo. Sé misericordioso como te describen los Libros y tiéndeme una mano, ésa que siempre tienes dispuesta para el hijo pródigo, el que vuelve a casa del Padre después de tanto tiempo, después de tantos errores. Ábreme los ojos como hiciste con Pablo, Mateo y otros muchos, y tirame del caballo, hunde mis dedos en tus llagas. Renueva mi vetusto y empolvado espíritu. Dale la energía que merece, la que por derecho le corresponde. No me dejes caer estrepitosamente. Ayúdame a levantarme. Hazme querer pedirte perdón y encontrar el consuelo que jamás tendré. Ayúdame a borrar estas letras que sin duda perdurarán en el tiempo como testigos de mi dolor. Sé que aún te queda mucho que llevarte de mi lado pero ya no puedo seguir pensando aquello de "que me falte todo menos Tú". No soy tan fuerte. Llévame a mí primero. Sálvame del tremendo desgarro de la pérdida. Alivia mi desconsuelo. Sácame de aquí porque no lo soporto. Me faltan lágrimas. Me sobra el espacio. Me mata pensar en el vacío. Me duele tanto dolor. Me enloquece ver cómo has descolocado mi vida poco a poco, cómo has desajustado los engranajes de mi frágil corazón arrancándole cada pieza como un niño travieso. Me has aplastado como una hormiga. Me has condenado a la soledad. Me has ahogado, me has cortado las alas. No necesito más castigo.

Y así reprimiré mi ira, mi frustración por los siglos de los siglos, plasmando cada gota de mi inmenso dolor escribiendo sin parar.

Te echo de menos.

¿Cuánto ha pasado desde la última vez que nos vimos? ¿Cuánto tiempo me lleva torturando tu ausencia? Te busco entre los rostros de la gente pero no estás. Te busco en sueños pero me frustra la idea de no poder tocarte, besarte. Eres un fantasma en mis recuerdos. Cada vez más impreciso. Tus rasgos se diluyen en mi memoria, en los instantes fugaces con los que mi cabeza me regala pequeñas porciones de mi vida junto a ti. Quiero llegar a donde tú estás y yacer junto a ti bajo la sombra del almendro perdiéndome en tus ojos, acariciando tu cuerpo, abrazada a ti, acurrucada entre tus brazos, oyendo esa respiración tranquila y acompasada que mece mis sueños. Te pienso con tanta intensidad que se me hace extraño que de la fuerza de mis pensamientos no te hagas corpóreo aquí conmigo. Te escribo con la esperanza de aliviar mi sufrimiento como si a cada palabra pudiera reconstruir cada centímetro de tu piel. Porque escribiéndote te siento a mi lado. Te echo de menos.

Los fantasmas de Bathory.

Encerrada entre esas cuatro paredes le esperaba la muerte. Así debía ser. Moriría asfixiada por aspirar sus propios residuos, sus propios miedos. Aquello que tanto había anhelado, aquello que había ansiado y perseguido con férrea voluntad, la eterna juventud, se esfumaba, como un ente etéreo, un astro fugaz. ¿Aún era posible la redención o ardería para siempre en las llamas del Infierno? A pesar del grosor de los muros llegaban hasta la condesa las burlas y los insultos de su pueblo. La querían muerta. No entendían su búsqueda, todos aquellos sacrificios habían sido en vano, y ellos no entendían. Ella había conocido la ambición de lo imposible. ¿Qué podían saber unos simples aldeanos que no aspiraban más que a vivir como perros? Si no la hubieran entorpecido en su búsqueda ahora sería una diosa en la tierra y todos la adorarían porque al fin habría vencido a la Muerte. Había estado tan cerca... Sin embargo, nadie lo sabría. El aire era cada vez más denso, el oxígeno se consumía a cada bocanada que ella aspiraba presa de la ansiedad. No tardaron en llegar las alucinaciones. La vista se le nublaba y en un intento por mantenerse aferrada a la vida se llevó las uñas al antebrazo izquierdo y las hundió en la carne hasta ver cómo brotaba la sangre. Gimió. Acercó sus labios sedientos a la piel ensangrentada y lamió su propia esencia. Aún recordaba aquella excitación que le provocaba el sabor de la sangre. Extasiada absorbió todo lo que pudo. Siguió hiriéndose y succionando como un depredador cegado por el hambre. Se sintió desfallecer pero se negaba a morir suplicando. Lanzó una sarta de improperios y maldiciones al aire entre risotadas enloquecidas consumiendo el poco oxígeno que quedaba en aquel espacio tan reducido y de pronto le fallaron las fuerzas. Un sueño implacable se apoderó de ella y en un último esfuerzo consciente gritó al que fue el amor de su vida un desgarrado te quiero. Sumida en el último sueño de vida se precipitó a la oscuridad más total. Desorientada buscó a tientas encontrar una salida más sólo la rodeaba un manto de noche impenetrable que se esfumaba al tacto de sus dedos. Entonces, a lo lejos vio una luz tenue al principio y cegadora a medida que se iba aproximando. Ese resplandor se detuvo a un palmo de sus ojos y cientos de espectros se hicieron corpóreos ante ella. Quiso reírse de ellos, pobres ignorantes. Ella había dignificado sus vidas haciéndolos parte de ella. Sin embargo, ninguna carcajada salió de ella cuando se vio reflejada en la superficie nacarada de los fantasmas y vio su aspecto. La agonía la había arrebatado la belleza de sus rasgos jóvenes. Entonces la nube fantasmagórica la envolvió, se le pegó a la piel y la empezó a abrasar las entrañas. Las lágrimas brotaron de sus ojos escocidos y desorbitados. Gritó pero no salió ningún sonido de su garganta.

Insomnio.

Hoy es una de esas noches terribles en las que no cojo el sueño ni aunque me esfuerce. Por más que lo intento se me escapa y el tiempo se eterniza, grabándose en mi mente el lento transcurrir de las agujas del reloj de mi mesilla. Intento de todo con tal de poder dormir y sin embargo algo en mí me lo impide. No me faltan razones. ¿Qué tal, para empezar, el saber que a la vuelta de la esquina me estaré examinando de no sé cuántas asignaturas a cuál peor y de una dificultad que creo bastante alta? Mi cuerpo me pide descanso y sin embargo, el tiempo es oro en esta carrera contra reloj. Demasiadas cosas. Demasiadas preocupaciones.Arrrrggg ¡¡¡¡¡¡QUIEROOOO DORMIRRR!!!!!!!

lunes, 6 de junio de 2011

Un sueño.

¿Cuánto de alto puedo llegar con un sueño en la mano? Me siento pluma que se eleva con cada soplo de aire que la empuja sin remedio. Una nueva energía me envuelve, me mueve, me arrastra hacia un precipicio. Estoy a punto de caer. Y entonces.......... Vuelo. Agito mis alas, me elevo aún más alto si es posible. Atravieso la atmósfera, alcanzo la velocidad de la luz, no hay límites, soy espíritu, energía, sueño.

sábado, 4 de junio de 2011

Palabras a una olla a presión.

Pensareis... éstos que se dedican a escribir y a escribir piensan que cualquier cosa vale con tal de dejar salir unas cuantas palabras de su mente... Pues efectivamente, cualquier excusa es buena para rellenar espacios en blanco. Por eso, ahora que me encuentro vigilando a la olla a presión para que se hagan unas buenas judías verdes me ha parecido que era el momento más adecuado para comenzar a escribir.

Después de una noche llena de sueños y pesadillas (me he despertado súbitamente justo en el momento en el que, aprovechando el tumulto, una mujer misteriosa le clavaba en la boca una navaja al Barón de la levita y la perilla a lo Lincoln y después le obligaba a colocarse unas tenazas cargadas en las sienes...) He oído a mi padre pelearse con las judías verdes blandas que se le resistían al corte. Eso me ha devuelto a la realidad. Así que me he acercado a la cocina y adormilada todavía me he preparado el café escuchando a medias las instrucciones de "cómo usar la olla" de mi padre: "Y entonces cuando suban los dos anillos, ¿Ana me escuchas? ¿sabes lo que te digo de los anillos? la pones a fuego mínimo y esperas 10 minutos a diferencia del cocido que esperas 15 minutos, porque pierden vitaminas, ya lo dice Arguiñano, y entonces saldrá agüilla por aquí y por aquí también y por aquí.... bla bla bla".

Cuando después del sopor he empezado a comprender lo que me quería decir mi padre de no sé qué anillos ya estaba sola frente al peligro y aquel bicho ya empezaba a soltar vapor por la boquilla... Así que he puesto en orden las instrucciones en mi cabeza tratando de reconstruirlas de manera que pudiera tener sentido y no contradijera las leyes de la física. Y sin dudarlo, al verme un poco perdida he decidido hablarle a la olla. En ese mismo instante he pensado seriamente "ya está, lo he conseguido, he perdido la cabeza".

- Vamos bonita, llevas cinco minutos sin decir nada. ¿Cuándo vas a levantar los anillos? ¿Y ese ruidito que haces ahora? ¡Qué gracioso!Pareces Darth Vader cuando le ponen aquella escafandra con el respirador mítico que todos hemos imitado alguna vez. Aaaaaah, ¡mírate! ya aparece el primer anillo.., ¿lo estaré haciendo bien? Dime algo. Bien, tú sigue haciendo ese ruido que creo que lo he escuchado más veces. No hay nada que temer. Nada puede salir mal ¿no? Tú lo sabes hacer solita así que yo no voy a mirarte un ratito pero cuando vuelva a mirar quiero ver los dos anillos tal y como habíamos acordado ¿ok? Oh, ¡mira! Te ha salido otro anillo... ¡Uuhh! Eso significa que ya está ¿no? ¡Dos anillos! Ahora tengo que bajarte el fuego al mínimo que si no... Y ahora ¿quince minutos? ¿O eran diez? Bueno te dejo doce y medio y así compensamos.