martes, 3 de abril de 2012

Escribir la rabia.

Escribir la rabia no es más que dejar que salga de uno mismo, que fluya y tinte las palabras, las envuelva en una especie de nebulosa de dolor y frustración y las precipite contra el papel. Escribir la rabia es sacarse el corazón del pecho y dejar que cada latido enfurecido haga retumbar la habitación. Escribir la rabia no es más que escupir la sangre que nos llena la boca, y llorar la que nos nubla la vista. Es fijar la mirada en un punto y quemarlo.

¿Sabes qué? No me importa.

¿Sabes qué? No me importa nada que no me veas. No me importa sufrir por ti y tu maldito amor lo que no está escrito y más. No me importa que la prefieras a ella. No me importa no estar en ti como está ella. No me importa irme a la cama sabiendo que te quedarás para esperarla. Y ¿sabes por qué? Porque en el fondo me importa.

Verá doctor, una consultita de nada.

Verá doctor, últimamente ando muy preocupada. Hace cosa de pocos días me noto un dolor constante en el pecho, agudo, punzante, que se esparce por mi cuerpo. Llámeme loca pero creo que están haciendo nido en mí unos celos que no son normales. Me devoran por dentro. No paro de envidiarla a ella porque le tiene loquito. Si por mí fuera todos los males de este mundo podrían caer sobre sus hombros, los de ambos. ¿Qué ve en ella para no ver nada en mí? ¡Qué desesperación! ¿Tiene cura lo mío doctor?