martes, 17 de septiembre de 2013

Ser tóxico.

Nada me sacia, nada me consuela. Es como si hubiese perdido todo signo de vitalidad. A penas como, a penas sonrío, a penas siento necesidad. Es como si mi existencia no le importara a nadie y no soy tan fuerte como para no necesitar compañía en esta vida. Me paso mañanas enteras en la cama sin otra pasión más que seguir ahí, dormitando, en duermevela constante, como si así todo fuera más liviano y llevadero. Pero al levantarme vuelve la ansiedad de quien vive con preocupaciones eternas, pesadillas incesantes. Sé que debo tomar muchas decisiones en mi propio beneficio porque así no se puede vivir. Sin embargo, no sé por dónde empezar. Todo se me antoja difícil e insuperable y me abruma no saber qué rumbo tomar. Soy consciente de que eso me aleja aún más de la gente que no quiere seres tóxicos que les hundan la moral. Y es entonces cuando comprendo lo duro que es vivir en ese pozo oscuro porque nadie se atreve a mirar en el fondo por lo que se pueda encontrar. Me siento ser tóxico y espero que no llegue el día en que se cansen de tirar de la polea que me salve de la oscuridad del pozo. Porque si llega ese día, estaré perdida.

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