sábado, 14 de septiembre de 2013

Lo inservible de mi nihilismo.


Cuando salí del colegio de monjas y me enfrenté al mundo de la Universidad empecé un proceso de vaciado total. Me llené de nuevas experiencias eso sí, de acuerdo, pero en convicciones me fui quedando en blanco. Sufrí una involución en muchos aspectos o quizá evolucioné a lo que soy hoy. Muchas situaciones, conversaciones, vivencias, palos.., me llevaron a sentir en mis propias carnes mi particular nihilismo existencial y lo cierto es que he llegado a sentirme nada. Nada de nada. Y es lo más horroroso que he experimentado. Por eso ahora que vivo una nueva etapa de mi vida, sé que no quiero eso ni para mí ni para los que me rodean y sufren las consecuencias de mis días nihilistas. No quiero volver a estar vacía ni ser un jardín sin flores. Ni quiero ni puedo permitírmelo. Porque empiezo a considerarlo sacrilegio. Demasiadas cosas me perdería si siguiese pensando que no merecen la pena. Por ello me he propuesto, queridos amigos, un cambio de actitud hacia la vida y lo que ésta me ofrece. Soy consciente de que para mí la vida siempre ha significado un regalo y aprender a valorarla cada día se me antoja necesario, muy justo y necesario.

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