domingo, 30 de enero de 2011

¡SoCoRrO mE eStOy CoNvIrTiEnDo En UnA dE eLlaS!

Nunca me creí capaz de terminar como una de ellas.., pero no puedo evitar ver a la Mari o a la Pili o a la Cati o a la Loli, cuando me miro al espejo. Recuerdo que de niña y luego de adolescente, me echaba unas risas con mi hermana pequeña al oír hablar a las brujas de pueblo –así era como las llamábamos- de todo lo que concernía a sus múltiples visitas a la peluquería, de sus múltiples bodas importantes, de sus continuos elogios al barrigudo y fanfarrón alcalde del pueblo y de todos los chismorreos habidos y por haber de todos y cada uno de los habitantes de aquel tranquilo y veraniego pueblucho de la Sierra Madrileña. En fin, cuando venían a ver a mis abuelos –porque les pillaba de camino en sus diarias caminatas a la hora de la siesta, a las que según ellas debían sus magníficas figuras, Arrrrrrrggggggggg- sabíamos que había llegado la muerte súbita por abochornamiento y aburrimiento, así que nos limitábamos a reírnos cuando escuchábamos sus risas estridentes de brujas pirujas al tiempo que sus teñidas cabezotas lanzaban destellos por doquier.

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