Capítulo 1. Los cuervos.
Después de una ajetreada noche llena de bailes y risas, me despedí de Alice y de Linda y John me acompañó a casa. Normalmente no me molestaba el silencio que se producía entre nosotros pero aquella noche era distinto. Era consciente de que unas horas antes había estado a punto de decirle lo que tan desesperadamente necesitaba y deseaba. Lo había ensayado cientos de veces. Había preparado mil y una formas distintas de decírselo; pero no me había decidido a dar el paso porque tampoco sabía con certeza si John sentía por mí lo mismo que yo sentía por él. Siempre se había mostrado reservado en ese aspecto. Cuando intuía que sobrepasaba el límite de la amistad se echaba atrás y era probable que desapareciera de mi vida durante algunos días. Pero yo no cesaba de preguntarme cuál era ese límite que él tanto temía rebasar. Nos conocíamos desde hacía años y él siempre lo había significado todo para mí. Era mi guía. Por eso mismo yo no quería precipitarme. No quería que nuestra amistad se estropeara. Así que, tratando de quitarme esos pensamientos de la cabeza que no hacían más que ahondar en esa herida que realmente nunca se había producido pero que sangraba igualmente porque era algo que, visto lo visto, nunca alcanzaría, me puse a rebuscar nerviosamente en mi bolsillo y saqué las llaves de la puerta principal. Cuando noté su mano en la mía sentí que si no hacía algo explotaría.
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