lunes, 16 de julio de 2012

La bolsa o la vida.

Lo miro y me atrapa esa inmensa tristeza que emana del que resignado espera venir la muerte. Lo veo con la cabeza gacha, la respiración pesada, los ojos cansados que ya no son de este mundo, y aferrado a la bolsa que drena la orina que poco a poco fabrican sus viejos riñones. Se ha convertido en su fiel compañera desde que le diagnosticaron aquel tumor prostático que le ha ido arrebatando la vida poco a poco. Lo miro y me petrifica esa sensación de soledad que lo invade. Quisiera poder tranquilizarle, quisiera poder apaciguar su ansiedad en vez de esa pastilla que lo adormila de esa manera tan fría con la que actúan los fármacos. Quisiera volver atrás y verlo feliz, lleno de vida, sin necesidad de cargar con esa bolsa que desde hace años le acompaña día tras día.

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