viernes, 9 de agosto de 2013
My reflection.
Casi siempre que me siento frente a una ventana tengo la tentación de mirar por ella para descubrir qué se ve tras el cristal pero siempre se interpone el reflejo como queriéndome mandar alguna señal o advertirme de algo. Entonces me convierto en espectadora de la vida y a menudo siento que la realidad que se proyecta en él me dice cosas que me pasan desapercibidas. Son como dos mundos paralelos que se ignoran por completo, que transcurren simultáneamente pero sin pararse a pensar en la existencia del otro. A menudo andamos por las calles mirando a través de los cristales para descubrir fantásticos escaparates pero pocas veces nos paramos a mirar el reflejo. Y entonces ocurre ese extraño fenómeno por el que nos quedamos atrapados, hipnotizados, mirando el cristal y la verdad que en él se refleja. Todo cambia cuando nos vemos reflejados en el cristal. Se nos pone cara de pez. Yo me he encontrado hoy con mi reflejo y la verdad es que no esperaba verme así. Ha sido un impacto total ver cómo aquella chica de 23 años me devolvía la mirada sentada en una cafetería perdida en sus pensamientos, cabizbaja y sin brillo en la mirada. Era un reflejo tenue, desdibujado, triste. Lo cierto es que no me recordaba así. De verdad que no. Pretendía ser una chica con expectativas y ganas de lucha pero no sé en qué me he convertido. En algún momento me ha parecido ver que mi reflejo trataba de hablar pero algo se lo impedía, quizá sus fríos labios de cristal no podían despegarse. En realidad no han hecho falta las palabras. La he entendido a las mil maravillas porque he visto mi miedo en sus ojos. Demasiado para ser un simple y tenue reflejo. Con un leve asentimiento le he prometido cambiar.
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