miércoles, 26 de junio de 2013

Y hoy para desayunar... ¡sangre!

Hoy con los primeros rayos de sol filtrándose por la persiana, el pánico me ha recorrido entera erizándome cada pelo y envolviéndome en un sudor frío poco agradable. Después de una noche de verano, pesadillas y ronquera, esperaba volver a levantarme con esa sensación de sed tan familiar que me empuja a saltar de la cama hacia el baño para beber ansiosamente. Pero hoy no era sed de agua lo que tenía. ¿Aún seguía dormida y aquello era una pesadilla de las que cuesta despertar? Algo no iba bien, nada bien. Fui a la cocina temblorosa y descalza a prepararme el desayuno para ver si así me convencía de que todo era normal, pero con la tiritona se me cayó el vaso al suelo. ¡Qué torpeza la mía! Mil fragmentos de cristal del bueno cubrían el suelo de la cocina y me apresuré a recogerlos para evitarme la regañina segura de mi padre cuando viera aquel estropicio. Nerviosa y torpe no vi un buen cristal de hermosas y afiladísimas aristas y noté cómo me cortaba en el dedo del pie sin yo quererlo ni beberlo. ¡Maldita sea qué dolor y cuánta sangre para ser un pequeño corte! El líquido rojo empezaba a brotar y temí marearme como de costumbre ante su visión y su olor a hierro. Sin embargo, aún me asustó más no hacerlo. De pronto, sentí un ardor en la garganta que no había sentido jamás y un dolor tremendo me nacía en la boca. El deseo de beber aquella sangre se apoderó de mí enloqueciéndome, haciéndome perder la razón. Me contorsioné y chupé el fluido que me dejó con ganas de más. Ansiosa fui al baño a comprobar qué me estaba pasando pero cuando vi aquellos dos largos colmillos sobresaliendo de mis labios no necesité mayor explicación. ¿Qué haría ahora? ¿Dónde me escondería? ¿Donde encontraría más sangre? Entonces las aletas de mi nariz se dilataron. Me llegaba ese olor delicioso de la sangre caliente. Me dejé guiar por él. ¡OH NO! Me dirigía directamente a la cama de mi hermana, donde dormía plácidamente. Le estaba saliendo sangre de la nariz por el calor de la noche. ¡No no a ella no, maldita sea! ¿Pero cómo apagaría aquella sed? Entonces movida por un impulso irrefrenable me avalancé sobre su cuello y justo cuando notaba entrar su sangre a borbotones en mi boca de vampiro... me desperté.

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