lunes, 3 de junio de 2013

Los números 114 y 733

Lo que daría por acallar todas esas voces en mi cabeza de una vez por todas. Se apoderan de mí y me dicen que haga cosas malas. A veces no controlo mi cuerpo. Es como si una descarga de energía me recorriera y me dirigiera a hacer o decir cosas que no pienso realmente. Hablan por mí, hacen y deshacen por mí, como si yo no contara nada. El doctor me ha dicho que si me porto bien y me tomo estas pastillitas cuando él me ha indicado, las voces se irán. Y con ellas se irán los números 114 y 733 que me acompañan en mis viajes de autobús. Siempre han estado conmigo que yo recuerde. Un día, cuando era muy pequeño y sólo me asomaban cuatro dientes, los vi sentados de la mano en el asiento trasero del autobús. Me dijeron que me habían hecho un hueco y que me podía sentar con ellos. Eran muy graciosos, sobre todo 733, que hacía bromas ingeniosas sobre los pelos de los niños que subían después de clase para ir a sus casas. Yo no quería reirme en alto porque no quería que nadie más jugara con mis amigos 114 y 733, así que llevé muy en secreto nuestra amistad. A mí me parecían muy agradables pero empezaron a controlarme y a pedirme que hiciera cosas malas. Yo sabía que estaban mal todas esas cosas que me pedían pero no quería que me dejaran. Ahora se han vuelto muy quisquillosos y quieren que les haga daño a mis otros amigos porque están celosos. Yo les digo que no pero ellos me terminan convenciendo. Ahora sólo quiero que desaparezcan y por eso sé que he de hacer caso al doctor y zamparme esas odiosas pastillitas para que los números vayan desapareciendo.

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