sábado, 29 de junio de 2013

En su mirada el horizonte.

En su mirada el horizonte. En su alma una lucha incesante. En sus lágrimas el recuerdo del pasado. En sus pies el camino. En sus manos la crispación y la calma. En su boca un lamento inacabado y una protesta. En su pecho la llama.

El coleccionista.




Nunca había sentido tanta fascinación, tanto amor por nadie como sentía por sus preciosidades. Eran su bien más preciado, más mimado. Cada día, después de levantarse y colocarse su batín de terciopelo, se encerraba en la pequeña sala de trofeos y con el cuidado y el pulso de un cirujano sacaba los tesoros de sus ataúdes cristalinos para contemplarlos extasiado. Siempre del mismo modo, conteniendo la respiración como si su vaho pudiera corroer el material, con la misma parsimonia ceremonial, midiendo cada uno de sus movimientos, deleitándose con cada paso. Al verlas brillar bajo los primeros rayos del alba sentía una emoción difícil de describir que le recorría de pies a cabeza. Sentía una debilidad especial por aquellas obras de arte. Su padre le había inculcado desde niño ese amor por las navajas. Entre su colección se encontraban todo tipo de filos que harían las delicias de cualquier entendido, y él se afanaba en afilarlos y pulirlos cada mañana para conseguir ese brillo frío del acero que tanto placer le producía. Preparaba las piedras de afilar, las bañaba en una esencia de grasa humana que él mismo extraía de los cadáveres de sus víctimas, y durante horas deslizaba las cuchillas hasta ver en ellas su amado reflejo.

viernes, 28 de junio de 2013

Parálisis.

No he sabido reaccionar al posar mis manos inmóviles e insensibles sobre las teclas de mi adorado piano. No me respondían a órdenes tan conocidas antaño para ellas y tan sencillas como "ejerce fuerza para pulsar el do central". Nada. No había respuesta. Ha sido horrible. No entendía cómo una orden tan sencilla podía hacérseme tan cuesta arriba pero así era y mis ojos eran testigos de ello. Comencé a llorar en silencio paralizada en el taburete. Jamás volvería a sentir esa sensación única de crear cada sonido de una melodía y degustarlo poco a poco. No me imaginaba la vida sin esa emoción tan a mi alcance, sin ese sonido que me había acompañado desde niña y había llenado mi soledad. Me sentía vacía como nunca, como si me hubieran condenado a padecer una triste existencia sin mi música.

miércoles, 26 de junio de 2013

Extirpación imaginaria.

Igual que muere una mosca al arrancarle las alas o se mustia una flor sin el sol o agoniza un pez fuera del agua, así me pasaría a mí si me extirparan la imaginación. Me convertiría en un pájaro enjaulado, un aventurero enclaustrado, un lector sin libro, un músico sin instrumento, un niño sin su daimonion como diría P.Pullman, un corsario sin mar, un cuerpo sin más. Para mí no habría mayor tortura que ésa. Sólo perder de un plumazo los recuerdos de toda una vida sería comparable y bien sabe Dios que me abruma el simple hecho de pensarlo. Por eso doy gracias cada día de poder sentarme a pensar, divagar, perderme en extraños mundos, en sueños diurnos y escribir como alma que lleva el diablo, para en caso de extrema necesidad o en caso de extirpación imaginaria, volver sobre mis pasos y sentirme reconfortada con pequeños retales de lo que un día me permitió la vida.

Y hoy para desayunar... ¡sangre!

Hoy con los primeros rayos de sol filtrándose por la persiana, el pánico me ha recorrido entera erizándome cada pelo y envolviéndome en un sudor frío poco agradable. Después de una noche de verano, pesadillas y ronquera, esperaba volver a levantarme con esa sensación de sed tan familiar que me empuja a saltar de la cama hacia el baño para beber ansiosamente. Pero hoy no era sed de agua lo que tenía. ¿Aún seguía dormida y aquello era una pesadilla de las que cuesta despertar? Algo no iba bien, nada bien. Fui a la cocina temblorosa y descalza a prepararme el desayuno para ver si así me convencía de que todo era normal, pero con la tiritona se me cayó el vaso al suelo. ¡Qué torpeza la mía! Mil fragmentos de cristal del bueno cubrían el suelo de la cocina y me apresuré a recogerlos para evitarme la regañina segura de mi padre cuando viera aquel estropicio. Nerviosa y torpe no vi un buen cristal de hermosas y afiladísimas aristas y noté cómo me cortaba en el dedo del pie sin yo quererlo ni beberlo. ¡Maldita sea qué dolor y cuánta sangre para ser un pequeño corte! El líquido rojo empezaba a brotar y temí marearme como de costumbre ante su visión y su olor a hierro. Sin embargo, aún me asustó más no hacerlo. De pronto, sentí un ardor en la garganta que no había sentido jamás y un dolor tremendo me nacía en la boca. El deseo de beber aquella sangre se apoderó de mí enloqueciéndome, haciéndome perder la razón. Me contorsioné y chupé el fluido que me dejó con ganas de más. Ansiosa fui al baño a comprobar qué me estaba pasando pero cuando vi aquellos dos largos colmillos sobresaliendo de mis labios no necesité mayor explicación. ¿Qué haría ahora? ¿Dónde me escondería? ¿Donde encontraría más sangre? Entonces las aletas de mi nariz se dilataron. Me llegaba ese olor delicioso de la sangre caliente. Me dejé guiar por él. ¡OH NO! Me dirigía directamente a la cama de mi hermana, donde dormía plácidamente. Le estaba saliendo sangre de la nariz por el calor de la noche. ¡No no a ella no, maldita sea! ¿Pero cómo apagaría aquella sed? Entonces movida por un impulso irrefrenable me avalancé sobre su cuello y justo cuando notaba entrar su sangre a borbotones en mi boca de vampiro... me desperté.

¿Le amas?

- ¿Aún le amas verdad hermana?

Diana tenía la vista perdida, fijada en un punto en el horizonte por el que él había desaparecido hacía poco para no volver quizá jamás.

- Más que a nadie, más que al aire, más que a un sueño.

-¿Y aún con todo dejas que se vaya así, sin más? ¿Que se aleje, que te olvide?

Diana sabía lo que pretendía su hermana: hacerla entrar en razón e ir tras él y confiarle todo lo que sentía para lograr que se quedara a su lado. Sin embargo, Diana le amaba por encima de todo, incluso de su propio egoísmo. Por eso, quizá para terminar de convencerse dijo casi para sí misma.

- Solo así tendrá lo que quiere y será feliz. Yo le amaré en silencio, en la distancia, en cada momento.

- Deberías ir tras él, Di.

-¿Para qué? Nunca podré darle lo que anhela, ni ser quien quiere que sea. Nunca se fijó en mí, sino en aquellas jóvenes tan resultonas e indómitas, ¿por qué iba a hacerlo ahora que ha encontrado su camino? No, no seré yo quien le aparte de sus sueños. Hace tiempo decidí amarle hasta el fin de mis días como he hecho hasta ahora, sin importar que no sean para mí sus miradas, sus besos, sus caricias, sus te quiero...Le amaré sin condición, más allá del dolor de no tenerle, aceptando sus decisiones, sin ataduras ni egoísmos. Le amaré a cada instante y cada bocanada de aire que respire me llenará de vida para seguirle amando.

domingo, 23 de junio de 2013

Patinando en el Polo.

Hoy en sueños he patinado sobre el Polo y he disfrutado tanto que no he notado cómo me congelaba poco a poco bajo el pijama de elefantes. No os podéis imaginar la blancura imposible de aquel lugar que se resquebrajaba bajo las cuchillas. Ni el Cielo mismo puede ser tan puro, tan blanco, tan silencioso. Y era tal la quietud que me asusté cuando me envolvió el eco. A mi paso una familia de osos polares se me quedó mirando y al verme reir a carcajadas los oseznos quisieron imitarme y echaron a correr dejándose deslizar por las placas de hielo. A ellos se unieron una pareja de pingüinos y sus polluelos que se lanzaban aterrizando de panza sobre la superficie como si fueran trineos cortando el viento a toda velocidad. No creí posible tanta felicidad en unos simples patines. En cuanto cogí un poco de confianza comencé a arriesgar con saltos imposibles, piruetas de pico de iceberg en pico de iceberg, rozando las nubes con la punta de los dedos y llevándome trozos de su algodón a la boca. Dos gaviotas que revoloteaban a mi alrededor agujereando los nimbos tuvieron a bien hacer de mis alas y juntas sobrevolamos el paraje inmaculado hasta que me dejaron caer al agua glacial. Temiendo ahogarme en aquellas aguas tan frías y quietas como la muerte me desperté de golpe.

Coraline

Coraline siempre se había diferenciado de los demás por esa sensibilidad especial que la caracterizaba en todos los sentidos. Parecía vivir en un mundo paralelo y eso a veces la hacía un ser de hielo, distante y fría. Pero su corazón era de una calidez extraordinaria. Y yo la amaba. La amaba con todo mi ser. Me deleitaba adivinándola tras las puertas de su habitación con la mirada perdida en el horizonte después del cristal de su ventana. Sus ojos verdes enmarcados en una palidez etérea y tirabuzones negros como el abismo enroscados en su cuello de cisne. Su boca roja de fresa entonaba las más bellas melodías, sus delicadas manos sanaban cualquier cuerpo ya fuera de bestia o de hombre y daban redención al alma errante y pecadora. El compás de su pecho, sobre el que descansaba la joya que le había entregado cuando éramos niños en señal de mi amor, era el compás de la vida. Vida que ella me daba con cada sonrisa. Amaba a Coraline por encima de todas las cosas y aquella noche le pediría por fin que aceptara ser mi esposa.

sábado, 22 de junio de 2013

Verónica Dudarova.


Aquel momento siempre le había parecido mágico y la atraía como la luz de un fluorescente a los insectos. Era como si estuviese conectada a aquel momento desde que lo experimentó por primera vez. Algo tenía aquel silencio inquieto y frágil tras el rugido de cuerdas afinándose al unísono en el último instante para ponerlas a punto. Y esos escasos minutos se habían convertido en su ritual. Cerraba los ojos como dejándose llevar por aquella sensación y respiraba hondo. En su mente se veía reflejada de niña entre armonías, acordes, escalas.., en aquella escuela de Bakú, dando sus primeros pasos para convertirse en la mujer que era ahora. Hija de un ingeniero del petróleo, directora de orquesta. Se había propuesto elevar la música por encima del rugido de las ideologías enfrentadas y ahí estaba batuta en mano dispuesta a dirigir por última vez. La música era su vida y se había entregado a ella en cuerpo y alma. Ambas se habían comprendido, respetado y amado. Pero Veronica tenía que decir adiós. Sus frágiles manos habían dejado de responder a las enérgicas órdenes que la recorrían entera desde que vislumbraba la primera nota de la partitura. Sabía que había llegado el momento de simplemente dejarse llevar por la música, morir en sus brazos. Salió al escenario, donde su orquesta la esperaba fiel y el auditorio prorrumpió en aplausos. Aquello era lo que se llevaría por siempre con ella. Hizo su habitual reverencia, se colocó frente a su amada orquesta, les sonrió, alzó la batuta y al dejarla caer suavemente sonaron los primeros acordes de la obertura de Tannhäuser.

viernes, 21 de junio de 2013

Campanilla en el cajón.

Hoy he forcejeado con mi realidad y me ha acabado ganando. Hoy Wendy me ha pillado despistada, bajando la guardia y en mi vuelo distraido me ha encerrado en el cajón de las agujas. En mi pequeño corazón sólo había cabida para un sentimiento furibundo y me he desgañitado dentro para nada, para ganarme una afonía de cuidado. He golpeado las paredes, he hecho palanca para abrir el cajón y al final, cuando me he sentido sin más fuerzas me he dejado caer junto a la bobina blanca y el dedal. He dejado pasar el tiempo, resignada, jugando con los botones, esperando que Wendy me dejara abrir el cajón. Sin embargo ha sido Peter el que se ha acordado de mí y me ha abierto una rendija para escapar, sabiendo que lo último que quiero es estar ahí encerrada. Le debo la vida.

miércoles, 19 de junio de 2013

Kaduk o el Destino.

Aquel templo era muy distinto a los que había visto en su vida. Su arquitectura imposible, enrevesada, tenía un punto tétrico pero también mágico. Desde pequeño Malik lo había divisado desde la ventana circular de la buhardilla en la que se había criado junto a Ada, sirvienta de los Señores de la casa. Ada le había recogido del orfanato cuando contaba un año de edad al saber de su existencia pues era hijo de su hermana, una triste a la que habían violado, y que murió tras el parto y lo cuidó como si fuera hijo suyo pero esto no lo sabía Malik, como tampoco sabía otras muchas cosas que estaba dispuesto a conocer pues ya era todo un hombrecito a las puertas de su destino. Se sentía preparado para enfrentarse a su primera prueba de vida. Por fin había llegado el momento de hacerle una visita al Señor del Templo, como todos los hombres y mujeres de aquellas tierras sin nombre hacían cuando se sentían preparados para afrontar su propio sino. Tendría que entrevistarse con el gran Kaduk, señor del Templo, tan viejo como el Tiempo mismo que le plantearía los dilemas de su existencia para definir su destino. Malik se había estado preparando a base de reflexiones desde los 16 años y ahora con sus 18 se creía preparado y lo suficientemente válido como para salir triunfante de aquella entrevista por la que tenía que pasar todo ser humano que quisiera luchar por su destino. Ada siempre le andaba diciendo que un día tendría que elegir su destino, tomar importantes decisiones que encauzarían el rumbo de su vida y por fin ese día había llegado. Estaba preparado para enfrentarse a Kaduk. No quería esperar más. Además sentía una gran curiosidad por saber cómo era. Nadie tenía permitido hablar de él después de su entrevista bajo el castigo de convertirse en un triste o un sin rumbo sumándose así a aquellas personas que merodeaban sin saber a donde dirigir sus pasos por creer que su destino se forjaría solo. A Malik le entraban escalofríos de pensarlo. Un día, cuando contaba 16 años, vio a un triste sentado en un columpio en el árbol solitario. Se había borrado de su mirada la determinación, la voluntad, y de su boca la sonrisa del que camina seguro.
Iba Malik hacia el templo pensando en todo esto y con un único objetivo claro en su cabeza: no convertirse jamás en un triste.

- Hola Malik, te esperaba. Te has adelantado a la hora prevista.

- Gran Kaduk, me presento ante usted con el firme propósito de convertirme en un hombre.

Los ojos de Malik brillaban con la intensidad de los zafiros, reflejo de su alma joven e inquieta. El joven se había jurado no dar importancia al aspecto de Kaduk sino aferrarse a sus ganas y determinación de convertirse en un hombre. Sabía que le costaría no embobarse ante la figura que tanto admiraba pero se había propuesto salir de allí sin la necesidad de hablar del aspecto del viejo, no quería por nada del mundo transformarse en un triste.

- Veo en ti una gran determinación hijo. Sin embargo, esa determinación es no ser un triste pero no has definido qué quieres ser.

- Señor, creo que es más decisivo y determinante querer ser un hombre con destino que tener el capricho de ser algo en concreto, pues creo en el azar en esta vida y en otros muchos condicionantes que pueden llenarla de vicisitudes. Pero si el hombre tiene firme el pensamiento de ser alguien nada lo derrumbará pues buscará su sino, y ése será su objetivo vital.

- Tienes las ideas claras, hijo mío. Eso me gusta y es imprescindible para lo que te depara el futuro. ¿Quieres saber lo que te tiene reservado?

- No, Señor. Sólo quiero saber que caminaré con determinación y no seré un triste.

- Pareces saberlo ya.

- Ése ha sido siempre mi objetivo, lo demás me parece algo secundario.

- Entonces, ¿es eso lo único que has venido a buscar?

- Sí Señor. Quiero ser dueño de mi propio destino y no someterme a la idea de él.

- Sea pues. No serás jamás un triste si te mantienes en el propósito de no serlo. ¿Sabrás hacia dónde dirigir tus pasos?

- Sí Gran Kaduk. Un paso me hará dar otro y de aquí saldré con el impulso necesario para caminar largo tiempo.

- Hijo, pareces haber nacido con una sabiduría impropia de los hombres. Por eso, te propongo iniciar en este Templo tus pasos convirtiéndote en mi aprendiz para ser algún día mi digno sucesor, como yo también un día lejano ya lo fui aceptando sobrellevar este oficio.

- Señor no soy digno de este oficio. Estoy hecho para aprender de la Vida no para dar consejos sobre cómo vivirla.

- Deberás saber entonces que tu destino está ligado al mío, pues eres sangre de mi sangre. Tu madre fue la elegida para engendrar un hijo mío. Su destino fue terminar sus días tras el parto.

- ¿Eligió ella ese destino?

- Ciertos seres no pueden, están al amparo de lo que otros elijan por ellos.

- Eso no es justo, Señor.

Malik empezó a sentir una rabia poco usual en él. Sabía que enfrentarse a su pasado, que desconocía porque nunca le habían hablado de él, le podía hacer mucho daño. Pero estaba seguro de que conocerlo le haría ser más él mismo y eso era lo que buscaba. Sintió una inmensa pena por su madre y se vio sometido a un gran dilema. ¿Había muerto su madre para nada? ¿Debía aceptar el destino que otros habían elegido por él? ¿Era entonces dueño de su destino o no? ¿Su madre había podido elegir ser la progenitora del próximo Señor del Templo, que no era un ser inmortal sino un hombre con más poderes de los que debería tener un simple ser humano pero que alimentado por miedos y supersticiones había sido idolatrado y se habían depositado en él los sinos de cada ser humano condenando a muchos a vagar creyendo no tener futuro? No, no sería él quien mantendría esa farsa por más tiempo. De repente entendió que debía empezar a luchar contra Kaduk, por la libertad de cada ser humano.

- Acabo de entender muchas cosas Kaduk.

- ¿Se ha forjado en tu interior la necesidad de acabar conmigo y mi mito?

- Sí Señor.

- Entonces, empieza aquí nuestra lucha. Y fuera la de creer en mí o creer en ti. Sólo el tiempo marcará nuestro fin. Grandes cosas hemos aprendido hoy aquí. Eres libre de comenzar tu lucha.












martes, 18 de junio de 2013

El aroma del pecado

- Admirable de todo punto. ¿Decís que estos cautivadores perfumes son obra vuestra?

- Así lo afirmo, Majestad.

- ¿Y cómo podéis probarlo, joven?

- Podría haceros una muestra en persona para que vuestros sentidos lo crean.

- Alabo vuestro arrojo niña. Así sea, quiero verlo.

La joven comenzó a preparar y componer, como si de un puzzle se tratara, el instrumental necesario para fabricar aromas exóticos y perfumes embaucadores. Lo había empaquetado la noche anterior, antes de partir hacia la corte, con sumo mimo y cuidado casi como si fuera un ritual místico que llevaba a cabo siempre que iba en busca de un poco de fortuna. Sin duda, la corte era el lugar ideal, pues allí solían reunirse en fiestas cortesanas las narices más nobles y refinadas que sin duda sabrían apreciar su arte. Con el brío de un sabueso en una partida de caza comenzó a mezclar, oler, mezclar, diluir, oler, volver a mezclar hasta que se conformó en aquel frasquito el aroma deseado. Se puso unas gotas de aquella nueva esencia sobre en su cuello y dijo:

- Esta es mi creación más especial para vos, Alteza. Apreciareis mejor su efecto sobre mi piel.

El Rey se inclinó sobre ella y al hundir su nariz en el cuello de la muchacha se apoderó de él algo sobrehumano que le hizo perder la razón. Con la furia del instinto animal desatado comenzó a desnudarla violentamente mientras los ojos de la muchacha relumbraban con la luz de la victoria y la sed de venganza. Aquella noche engendraría al bastardo del Rey y daría inicio a la lucha por el trono. Por fin remediaría tantos años de miseria a los que aquel ser despreciable la había sometido junto a su familia.

jueves, 13 de junio de 2013

Las odio con toda mi alma.

Hoy la vida me ha vuelto a dar uno de esos reveses a los que me tiene acostumbrada, o al menos eso creía yo, que estaba acostumbrada, preparada para arrostrar cualquier contratiempo, pero me he descubierto once again inexperta y temerosa. Me he convertido en una frágil criatura reducida a un miedo irracional. Una de las personas que más he querido, más quiero y más querré en esta existencia está sufriendo lo indecible en su etapa de esperar el fin y todas mis alarmas han saltado como locas. A penas duermo, las pesadillas son cada vez más insoportables, más oscuras, el miedo a vivir, a envejecer, a asistir a la muerte de otros y finalmente a la mía propia, me inmoviliza. Mi vida se ha trastocado por completo, mis esquemas perfectos no eran más que una fantasía infantil resguardada bajo la protección y los sacrificios de mi madre y de mi padre. Es curioso lo que logran unas células malignas inquietas en un cuerpo frágil y dolorido, uno de esos cuerpos frágiles y doloridos que han hecho de mi vida la más bella aventura. Es curioso lo que he llegado a odiarlas, creo que es inmensurable tanto odio. Las odio más que cualquier conflicto nacional, internacional, político, ideológico, catástrofe natural... Las odio, las odio, las odio con toda mi alma. Y esta es mi única vía de escape, escribir como una loca y acallar tanta malignidad con el sonido ensordecedor de las teclas porque más no puedo hacer. Sin embargo, escribir también se me atraganta en esta ocasión porque se me crispan los puños de tanta impotencia. No puedo dejar de admirar y envidiar a aquellos que son capaces de desconectar de tanto dolor, reir aún en la adversidad, resignarse, encontrar la paz interior, confiar en Dios. Yo soy incapaz porque estoy llena de odio, odio, odio.

viernes, 7 de junio de 2013

Un poco de luz por favor.

Conocí la miseria en mis años de juventud y quizá sea por eso que ahora reconozco el valor de todo y me duele que otros no lo hagan e incluso se permitan el lujo de despreciar. Recuerdo esas enormes bolsas bajo los ojos cansados de mi padre que denotaban horas de trabajos infructuosos y comeduras de cabeza para hacer que las cuentas de la familia cuadraran. Trabajaba como nadie, se esforzaba cada día por sacarnos de aquella enfermiza miseria que nos robaba el espíritu alegre del que antaño gozábamos, cuando mi madre vivía. Trataba de llevarnos una sonrisa todos los días aunque el suyo hubiera sido un día gris oscuro tirando a negro. Nos hacía reir como nadie porque era capaz de exprimir la realidad y extraer de ella el surrealismo, el chiste. Era capaz de encender una vela en medio de tanta oscuridad. Su amor por nosotros y por la vida, por muy mísera que fuera, era su motor y también el nuestro.

miércoles, 5 de junio de 2013

Toreada por un díptero.

Qué triste es ser toreada por un díptero. Estaba sumida en mis pensamientos y comida por montañas de apuntes de Veterinaria cuando un zumbido atronador me ha traspasado el tímpano. En seguida he agudizado el oído para localizar al tremebundo bicho volador que tras centurias de persecución y caza bien ha aprendido a guarecerse de manotazos, cuadernazos y escobazos. En una de esas fallidas intentonas de darle caza al moscón se ha cruzado en mi mente, veloz como un relámpago, el desafortunado Gregorio Samsa. Y no queriendo malherir a ningún pobre metamorfoseado he decidido abrir una ventana y conducir penosamente al toro con alas que arremetía furibundo contra mí esperando que algún día de estos encontrara por sí mismo la salida.

martes, 4 de junio de 2013

You and I


Distant words you used to tell me
Far away You could have saved this
lonely heart which burned till ashes
but strong enough to escape the darkness.
So let me know my sweet wild wonder
if this is just another nightmare
without you here behind my blankets
without you here to light the candels
If I will see again your tender glances

You and I under the water, under the satellites,
under the golden sun, under the moonlight,
Feeling the fire, looking in the other´s eyes,
Shaking till morning loving us through the night.

Forever You and I.

Estropicio.

No sabía cómo había llegado a aquella situación. No se explicaba cómo había perdido el control ni cómo había llegado hasta ella la sangre que bañaba sus manos. Siempre la habían considerado una persona templada y ella misma así se creía; pero algo muy oscuro se había apoderado de su mente, algo que ni siquiera ella había podido combatir y la había llevado a cometer aquella atrocidad. La poca luz que se filtraba por las rendijas de la persiana le permitía ver el resultado de su locura. El cuerpo inerte de aquel hombre que la había chantajeado durante los últimos meses haciendo de su vida un infierno se encontraba desmadejado y desmembrado. En su enajenación había esparcido esos restos por la habitación dejando regueros de fluidos por todas partes. Ahora que había vuelto en sí sintió unas náuseas horribles y el vómito fue inexorable. Se sintió vacia y sucia, enferma y muerta. Quería gritar pero no tenía fuerzas y no le serviría de nada. A penas podía pensar pero no tenía tiempo y se obligó a ello. Sabía que ahora no podría salir de aquel círculo vicioso, ahora no la dejarían en paz. La buscarían, seguirían sus pasos y la matarían por venganza. Tenía que huir, cambiar de aspecto, de vida, de pasado. Pero, ¿qué podía hacer con todo aquel estropicio? Tenía que armarse de valor y devolver el orden a aquella habitación. Se obligó a analizar dónde se encontraban los restos y cómo podía deshacerse de ellos. Tragó saliva y empezó a amontonar dedos, brazos y piernas.

lunes, 3 de junio de 2013

Los números 114 y 733

Lo que daría por acallar todas esas voces en mi cabeza de una vez por todas. Se apoderan de mí y me dicen que haga cosas malas. A veces no controlo mi cuerpo. Es como si una descarga de energía me recorriera y me dirigiera a hacer o decir cosas que no pienso realmente. Hablan por mí, hacen y deshacen por mí, como si yo no contara nada. El doctor me ha dicho que si me porto bien y me tomo estas pastillitas cuando él me ha indicado, las voces se irán. Y con ellas se irán los números 114 y 733 que me acompañan en mis viajes de autobús. Siempre han estado conmigo que yo recuerde. Un día, cuando era muy pequeño y sólo me asomaban cuatro dientes, los vi sentados de la mano en el asiento trasero del autobús. Me dijeron que me habían hecho un hueco y que me podía sentar con ellos. Eran muy graciosos, sobre todo 733, que hacía bromas ingeniosas sobre los pelos de los niños que subían después de clase para ir a sus casas. Yo no quería reirme en alto porque no quería que nadie más jugara con mis amigos 114 y 733, así que llevé muy en secreto nuestra amistad. A mí me parecían muy agradables pero empezaron a controlarme y a pedirme que hiciera cosas malas. Yo sabía que estaban mal todas esas cosas que me pedían pero no quería que me dejaran. Ahora se han vuelto muy quisquillosos y quieren que les haga daño a mis otros amigos porque están celosos. Yo les digo que no pero ellos me terminan convenciendo. Ahora sólo quiero que desaparezcan y por eso sé que he de hacer caso al doctor y zamparme esas odiosas pastillitas para que los números vayan desapareciendo.