jueves, 5 de mayo de 2016

La sombra por las pupilas.

Había un halo de tristeza gris que bailaba a su alrededor y parecía querer abrigarla. Trémula y llameante la seguía, como el manto de un rey acabado sigue silencioso y fiel sus pasos lentos hacia el temido cadalso. Se había llegado a acostumbrar a la omnipresencia de aquella envolvente burbuja de aire apesadumbrado que apagaba, como extingue el vacío la llama, cualquier amago de relumbrante felicidad y lo respiraba como si fuera el oxígeno más puro. Era una dama triste. Muchos se cruzaban en su camino y la miraban misericordiosos como si ella cargara con una cruz que nadie más podría ni querría soportar. Pocos lograban sostener una mirada tan gris, tan terrena, que atrapaba como el fango. Porque al mirar, le asomaba la sombra por las pupilas.

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