La última guerra mundial, lejana ya en la memoria de los descendientes de los escasos supervivientes por el paso de las centurias, y las constantes y brutales acometidas de un clima enfurecido habían asolado el planeta sumiendo a los seres humanos en una constante lucha por la supervivencia. Los clanes reorganizados se profesaban un odio consumado y guardaban celosamente los pocos recursos que tenían a su alcance.
Arnur era un tierra de clanes guerreros aliados que dominaban las montañas rocosas y sus glaciares y que, una vez controlados sus dominios pretendían expandirse hacia el horizonte hasta dar con las llanuras fértiles antes de la próxima glaciación. Pero sabían que el camino no sería fácil porque habría otros clanes luchando por el mismo objetivo y no mostrarían piedad con ellos como no habían mostrado en numerosas ocasiones a lo largo de la historia. Los guerreros de Arnur habían convertido la guerra en su medio de vida y en el sentido de su existencia. Tanto era así que las mujeres no eran excluídas del ejército y eran adiestradas junto a los hombres en el manejo de las armas y la estrategia. Pero, además, sólo las elegidas eran las que se preparaban durante años para llamar a la guerra con sus voces.
Como era tradición Kiara se preparaba para la ceremonia oficial ante los soldados de Arnur. Ya llegaba a sus oídos el sonido de los tambores que la acompañarían durante el rito de elección. Había llegado a sus oídos que su presencia no pasaría desapercibida para el Consejo de Veteranos, pues siendo descendiente de grandes “llamadoras a la guerra” como su propia madre y su abuela, se la suponía una heredera con muchas posibilidades de ser elegida la próxima “llamadora”.
Tras las magníficas y difícilmente superables actuaciones de sus compañeras de aprendizaje por fin había llegado su turno. La audiencia de aquella noche en las faldas del Gran Glaciar de Arnur era inabarcable. Miles de guerreros en formación enfocaban sus miradas hacia la pequeña figura de Kiara que notaba cómo ardían sus mejillas. Sin embargo, una extraña e inexplicable energía la fue inundando como siempre que cantaba a la guerra y su voz sonó fuerte y enérgica colándose entre las grietas de la montaña. Los alaridos emocionados de la multitud sólo hicieron que dar alas a su voz que provocó la respuesta del glaciar. El Consejo de Veteranos sobrecogido por la voz de Kiara y la respuesta del Gran Glaciar, no necesitó deliberar y proclamaron a Kiara la Nueva Llamadora. La multitud prorrumpió en un estruendoso y reverberante grito de guerra acogiendo a su nueva Voz de la Guerra y Kiara se inclinó en una respetuosa reverencia hacia el Consejo para después arrodillarse y agradecer al Glaciar su buena suerte. Se sentía bendecida y a pesar de que su madre y su abuela se habían fundido con las nieves del glaciar tras la última nevada,podía sentir su presencia infundiendo en su espíritu la fuerza que caracterizaba a las mujeres de su familia.
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