Qué afortunada soy de pasar desapercibida por aquí... ¡Mira, algo bueno tenían que tener las tecnologías absorbentes! Gracias a móviles, PDAs.., y toda suerte de cachivaches de última generación los viajeros van de un lado a otro con las narices incrustadas en las pantallas sin prestar la más mínima atención a lo que ocurre a su alrededor.
Gracias a su ensimismamiento no me delatan ni mis pronunciadas ojeras de rastreadora sin tregua ni mi querido artefacto: el Cazaideasalvuelo 3000.
Y es que últimamente no paro de buscar hasta en los rincones más inhóspitos e insospechados ideas sabrosas que plasmar en este diario. Parece que vivo para ello. ¡He encontrado mi verdadera vocación! Por fin sé lo que quiero: perderme en lo que nadie repara, en las ideas que andan erráticamente por este mundo y sacarles el máximo jugo.
Desgraciadamente estos tiempos no son temporada de caza. No hay muchas ideas puestas en libertad que vuelen a sus anchas por estos lares. Es justo por eso por lo que he de salir a buscarlas. Y por eso mismo me recorro las líneas del metro con el Cazaideasalvuelo 3000 en busca de alguna que haya decidido migrar por el subterráneo y refugiarse en sus conductos del calor infernal que abrasa la superficie. Muchas ideas podrían achicharrarse en plena avenida o ponerse en punto de ebullición en cualquier esquina.
Hasta ahora no he encontrado más que algunos ejemplares flacuchos que me dejan silbando. Por eso he agudizado mis sentidos, puesto a punto el cazaideasalvuelo para no perder ripio. En estos momentos estoy a la caza de alguna buena que me sacie durante un tiempo al menos hasta que se cruce en mi camino la más suculenta de todas. Y entonces.., ¡zas!
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