jueves, 10 de marzo de 2011
Erótico. Húmedo. Salvaje.
Esperó a que la noche la envolviera en tinieblas. Se hallaba sola en la habitación, su cuerpo desnudo, su corazón palpitante. Con la mano recorrió su piel con la dulzura del que se ama. Rodeó sus pechos, encontró su ombligo, su vientre.., oleadas de espasmos la recorrían entera, frotaba sus ingles con movimientos pausados.., siguió acariciándose llevada por el deseo. Algo le decía que no siguiera, quizá tantos años de opresión y sometimiento, el miedo, el pecado, el pudor. La sensación de libertad que le daba la oscuridad era una auténtica válvula de escape a una vida monótona, sin aspiraciones. Su respiración se agitaba. Por fin llegó a esa zona prohibida que había descubierto años atrás y guardado como un tesoro. Raras veces había recurrido a la masturbación pero una secreta sed de rebeldía se había apoderado de ella. Comenzó a moverse lentamente saboreando cada sensación, cada jadeo, cada gemido... Estaba a salvo, en un lugar al que solo ella podía acceder. Se amaba más de lo que ningún hombre la había amado. Su mente la alejaba del ruido, la abrazaba y susurraba palabras de deseo que nunca antes había oído. La frecuencia de su respiración se aceleraba, cada vez más intensa, abría la boca dejando escapar los gemidos, su cuerpo se retorcía bajo las sábanas, su espalda se arqueaba, sus piernas necesitaban abrirse más y más. Se entragaba totalmente a la invisibilidad de un miembro que se hacía físico en su mente. Abandonada, desprovista de toda autonomía sabía que no había forma de parar. Se preparó para ese momento gozoso, intenso, sublime, ínfimo.., la mente en blanco, sonrisa en los labios, incipientes lágrimas de felicidad. Lo había hecho. Nada ni nadie se lo había impedido. Había sido libre por un momento.
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