¡Cuánto echo de menos caminar mirando al frente! Un sueño me parece ya caminar mirando esperanzada a aquel futuro brillante del que me hablaban, a aquel futuro en el que quería sentir que encajo a la perfección, como si estuviera hecho a mi justa medida. Pero no puedo dejar de pensar que me mintieron y ahora me cuesta caminar hacia la horca. Caminar hacia un futuro de vejez, soledad, enfermedad, desilusión... No quiero caminar, porque me aterroriza y paraliza la meta de este viaje, mi viaje, aquel que prometía ser excitante para terminar convirtiéndose en la boca de un monstruo de apetito voraz y fauces afiladas que auguran un dolor inimaginable al atravesarme el cuerpo antes de deglutirme como un agujero negro desmembrando el alma.
Y sin embargo camino cada día intentando no pensar en el monstruo que susurra mi nombre recreándose en su maldad, como hipnotizándome para atraparme. Como si yo tuviera escapatoria. Estoy perdida pues sé que nada me apartará de él.
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