Aquel atardecer ensangrentado presagiaba silenciosa y amenazadoramente lo peor, pero era tan bello que Land no cambiaría por nada las impresionantes vistas de las que podía disfrutar desde las ruinas del viejo observatorio. Una bandada de ibis tan rojos como la misma sangre surcaban los cielos en una huida desesperada a ninguna parte en aquel planeta desolado.
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