sábado, 23 de marzo de 2013

Sonido lastímero de trompeta.

El sonido lastímero de la trompeta resonando en las profundidades del parque quebrando el silencio me conmovió. Sonaba una conocida seguidilla castellana que me llevó a recordar aquellas noches de fiesta interminables de verano en el pueblo que tanto me alegraban el corazón antaño. Pero aquellas notas no sonaban tan felices y despreocupadas como yo recordaba, tenían un matiz de nostalgia que se clavaba hasta en el tuétano. Por fin llegué a la fuente del sonido. Procedía de un montón de rocas. Allí, entre toneladas de granito, estaba sentado aquel hombre que pintaba canas y tenía perdida la vista en el horizonte mientras sus pulmones insuflaban aire al instrumento y sus dedos correteaban por él al ritmo de esos sonidos que jamás se olvidan. Miré hacia donde supuse estaba el destino de sus melodías y por fin entendí. Al otro lado de la carretera se hallaba el camposanto. Así era como cada día ese hombre dedicaba probablemente a su mujer, o a su hijo, las canciones que habían oído en vida como quien lleva un ramillete de flores para que siempre se mantenga vivo su recuerdo.

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