Pepita Noche era toda embrujo. Muchos la conocían como “ésa a la que todos aman”. Sus ojos, sus curvas, su voz, sus formas, su manera de amar.., todo en ella destilaba apetecible y misteriosa nocturnidad. Había olvidado sus orígenes o nunca nadie le había hablado de ellos. Pretendía encontrar su historia en boca de hombres y mujeres hechizados por ella en la intimidad de una alcoba, cuyas palabras la reconfortaban y reconstruían. Decidió adoptar para ella la teoría que un hombre viejo formuló antes de expirar tras los esfuerzos amatorios: “si por el día te escondes, deambulas huyendo de todo… eso es que eres y siempre serás hija de la noche”.
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