domingo, 12 de abril de 2015
Batalla de tres.
Demasiado tiempo sin transcribir las crónicas de un pensamiento inquieto y un interior aún más convulso de lo que creía, hace que se amontonen las palabras en el intento de recoger lo más notorio y trascendente. Y es que una guerra se libra en mi interior. Una lucha sin ejércitos que cada vez tiene bandos mejor definidos pero intangibles e incorpóreos como una legión de fantasmas. No hay cañones, ni metralletas, ni sables, ni misiles teledirigidos. En esta contienda no hay balas ni metralla, ni toques de queda ni refugios, nadie muere, nadie vence. Sin embargo es detestable como cualquier otra y se vuelve insoportable como siempre que dos hermanos se pelean a muerte como si la causa por la que lucha cada uno fuese mucho más fuerte que el amor que discurre por sus venas. Esta guerra que hay en mi interior es compleja y es entre dos seres que quiero por igual: la niña que fui y que no quiere irse y la mujer que empiezo a ser y que algún día seré. Ambas gritan fuerte y pelean con puños de acero y gran convencimiento pero son tan iguales en fuerza que ninguna logra ganar una batalla que empieza a parecer eterna, enzarzadas en combate sin fin. Y eso me causa una gran confusión. No cabemos tres en un cuerpo tan pequeño y frágil. Deseo fervientemente que la mujer gane terreno porque la necesitamos para afrontar nuevas etapas pero tampoco quiero que nos abandone la pequeña criatura que patalea por todo, que se rinde y se esconde entre los brazos de su madre, temerosa del mundo, la que mira al cielo y pierde en él sus pupilas viajeras. Si Ella se va, ¿quién se asustará de los monstruos de la realidad? ¿quién nos regalará los sueños más hermosos? ¿quién nos proporcionará ese júbilo inocente ante las pequeñas cosas? Temo que al irse pierda mi más pura esencia, la pierda a ella y con ella se vaya mi yo más verdadero. Sería tan maravilloso que ambas firmaran la paz... que ambas me dieran una tregua y me eximieran de la ardua decisión de inclinarme por una de ellas... Si las lograra convencer de que las necesito a las dos tanto como el respirar... Sólo así lograría poner un poco de sentido común en este conflicto. Quizá lo haga. Sí. Quizá entre tanto "vociferio" logre que paren los ataques por un segundo y me escuchen. Al menos podré apelar a su honor y suplicarles que tengan piedad y me den un tiempo para recoger los pedacitos de mí que han quedado esparcidos por todas partes para reconstruirme.
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