Inconsciente y tendida sobre la arena de la playa, Claire se debatía entre las ensoñaciones y la vida. Una parte de ella intentaba tirar, ponerla en marcha para evitar la muerte, pero su cuerpo no respondía a los estímulos, desmadejado, aturdido y extenuado, demasiado pesado para las débiles y desesperadas órdenes de su cabeza. Su mente vagaba, como embriagada en vapores de un fuerte licor, entre nubes de recuerdos de un aparatoso naufragio. Disparos atronadores, cegadores destellos de una tormenta descomunal, el barco quejumbroso zarandeándose peligrosamente, el estallido de los barriles de pólvora tras el rayo, densas volutas de humo colapsando sus pulmones y obligando a saltar del barco a toda la tripulación, la tabla de madera a la que se había aferrado, las gigantescas olas que la habían deshecho como si fuera una muñeca de trapo... Todo parecía una colección de recuerdos de una horrible pesadilla pero el sabor de la arena en su boca y la sal pegada a su piel eran más que una evidencia del desastre ocurrido la noche anterior.
Cuando por fin su cuerpo parecía dispuesto a responder abrió los ojos. Todo le daba vueltas. Un muro de arena tostada y apelmazada le impedía el paso y comprendió que debía levantarse si quería sortearlo. El crujido de su estómago, aunque débil, le recordó que llevaba muchas horas sin comer nada y que debía hacer algo para evitar morir de hambre en aquel lugar. Quería gritar y pedir auxilio pero no le salían sonidos de la boca. Parecían haberse quedado todos atrapados en su garganta, quemada por la sal que había tragado. Los párpados le pesaban una barbaridad y se le cerraban sin poder evitarlo. Entonces una orden salió de algún sitio. "¡No se te ocurra cerrar los ojos!" No recordaba tan dura su voz. De hecho no recordaba cómo sonaba su propia voz. Cerraría los ojos un instante... Lo necesitaba...
"¡¡Te he dicho que no cierres los ojos!!" ¡Zas! ¡Pum! ¡Pam! Unas bofetadas le hicieron abrir los ojos y tras un rato tratando de enfocar la mirada, pudo apreciar que había cambiado de posición y que alguien la zarandeaba sin escrúpulos. Poco a poco la figura de una extraña mujer se fue dibujando delante de ella. Claire pensó que seguía presa de las ensoñaciones pues aquella mujer no se parecía a las mujeres que conocía. No vestía con los atuendos propios de las mujeres del puerto, ni como las mujeres de la ciudad. De hecho no vestía como una mujer. Si el tío de Claire hubiera visto a aquella mujer habría sufrido un infarto fulminante. Su tío, que siempre había sentido una predilección enfermiza por el dinero, la habría mandado quemar por fulana. Parecía más una salvaje aunque hablaba con un claro acento inglés como el suyo. Claire pensó que se detendría a pensar en aquella mujer cuando tuviera el estómago lleno. Entonces, reconoció un olor que le hizo recordar que estaba hambrienta y logró dejar salir un tímido "Hambre. Tengo hambre." La extraña mujer le tendió rápidamente un trozo de lo que parecía pescado ahumado y Claire, sorprendida de volver a ser dueña de su cuerpo, lo cogió y se lo llevó a la boca para devorarlo cada vez con más ahínco. ¡Qué rico le supo aquel bocado de mar! Se volvía a sentir viva, con necesidades. Necesitaba volver a caminar, a sentir sus piernas, sus pies... Así fue como Claire, una adolescente del siglo XIX, criada en el puerto de Sant Louis, supo que había renacido.
Aquella extraña mujer que la había encontrado en la costa de aquella isla perdida que tanto se parecía al Paraíso que Claire había leído en los libros de su tío, resultó ser la mejor rastreadora de una tribu de mujeres muy especiales que habían hecho de aquella isla su hogar. Esperó a que la chiquilla se repusiera para después hacerla caminar durante unas tres horas entre malezas, enormes raíces, flores gigantes de llamativos colores.., hasta llegar a su hogar. Claire no podía dar crédito. Aquello era maravilloso. Tremendos árboles daban hogar a decenas de mujeres que salían de todas partes. Todas vestían de manera similar a como lo hacía la rastreadora. Por su aspecto fiero e intimidante Claire pensó que se la comerían viva pero al llegar allí la recibieron y acogieron como si fuera una más. Viendo que habían congeniado bien, le asignaron a la rastreadora como guía para que le enseñara a la novata todo acerca de sus costumbres. La rastreadora le contó cómo habían llegado hasta allí todas esas mujeres a las que unían historias de persecución, de incomprensión... Muchas habían sido piratas y muchas de ellas habían sido delatadas por el mismo hombre y juzgadas... Todas habían logrado escapar y las que consiguieron llegar a la isla poco a poco se fueron uniendo con el objetivo de vengarse del que las había traicionado.
La rastreadora que a pesar de su rudeza no era tan mayor como Claire había intuido tras la primera impresión, resultó convertirse en su mejor amiga en aquellas tierras.
-¿Qué os pasó?- le preguntó la rastreadora mientras pescaban enormes truchas en el río que atravesaba la isla.
Claire sabía perfectamente a qué se refería con aquella pregunta. Sabía también que la rastreadora había esperado pacientemente a que se sintiera preparada para recordar porque aquel era el camino para su propio renacer.
- Mis padres eran importantes comerciantes franceses. Traían seda de la China en barco por rutas peligrosas. Dicen que un corsario británico hundió su barco tras hacerse con el cargamento. Lo llamaban Cruiff. Por aquel entonces yo era muy pequeña. Me cuidaba mi nana en el puerto pero tras la muerte de mis padres, mi tío, que estaba en bancarrota, totalmente acabado, me reclamó. Pensaba que casándome con un hombre importante saldría de su penosa situación. En realidad yo le importaba muy poco. Un día hace unos dos años desembarcó un hombre misterioso en el puerto y mi tío me vendió. íbamos en el barco a encontrarnos con el que sería mi esposo cuando nos atacaron. Intenté luchar pero mi nana, que viajaba conmigo, me suplicó que me escondiera bien en el arcón bajo el montón de enaguas y faldas que me pondría en mi vida de casada. Oí gritos, alguien apremiaba a Cruiff a abandonar el barco, que no tendría que preocuparse por mí porque no saldría de aquello con vida. Mi nana le rogó que me salvara, pero unos disparos la silenciaron y rompí a llorar. Entonces se desató la tormenta. El barco se resquebrajó y el cargamento de pólvora estalló incendiándolo todo. Salí del arcón y encontré el cuerpo inerte de Nana no muy lejos de donde yo estaba. Quise quedarme con ella. Estaba convencida de que iba a morir pero alguien mi tío, en un último esfuerzo por salvar su alma, me empujó al agua justo a tiempo y... No recuerdo mucho más. Olas y más olas y finalmente... tú.
Una sonrisa de agradecimiento sincero se dibujó en la cara de Claire que se lanzó a por el pez con desparpajo y determinación arrancándole una sonrisa a la rastreadora.
Después de unos meses de adaptación la rastreadora convenció a la Matriarca del clan para que convirtiera a Claire en una de ellas y por fin llegó el día en el que Claire debía demostrar que quería pertenecer al grupo. La llevaron ante la Bruja de la Cueva pues ella debía ser testigo de su conversión.
Allí la recibió la Bruja pero no habló una sóla palabra. Tan sólo se limitaba a mirar a la joven como evaluándola, como analizando si sería capaz de pasar la prueba. Entonces sin poder hacer nada por evitarlo la bruja hizo un movimiento casi imperceptible y golpeó con su cayado al costado de Claire que, durante unos segundos, se quedó sin respiración. Cuando logró volver a respirar recibió otra estocada de la bruja en la cara que le hizo sangrar y después otra y otra y otra más. Atónita Claire no sabía qué hacer. El dolor de esas heridas y la frustración le hicieron llorar. La bruja, lejos de parecer sentir algún tipo de empatía por la chica, volvió a embestir una vez más, y otra vez y otra. Entonces cuando no podían dolerle más las heridas Claire paró un golpe y otro. Una furia incontenible se apoderó de ella y al grito de ¡BASTA! consiguió desarmar a la bruja y hacerla caer al suelo.
La bruja se levantó ágilmente y con una sonrisa triunfal en los labios pronunció sus primeras palabras con una voz persuasiva.
-Bien bien Claire. Al fin he conseguido quitarte de encima a esa niña frágil e irritantemente comedida y encorsetada que te impide ser quién eres. Pensé que te costaría muchos más palos pero me has sorprendido. ¿Qué nombre has decidido para tu nueva vida?
-Fénix-, respondió Claire con convencimiento dispuesta a olvidar su propio nombre y su anterior vida.
-Bien Fénix y dime... ¿cuál es tu destino?
-Mi destino se ha dibujado claro en este tiempo y está ligado al vuestro. Mi destino es vengarme de Cruiff y al fin lo veo. Mi vida se ha visto truncada varias veces y el responsable va a pagar por ello. Vosotras me enseñareis vuestras artes y me llevareis hasta él, hasta el responsable de la muerte de mis padres, el responsable del ataque del barco, el responsable de mi renacimiento. El mismo hombre que nos ha arruinado a muchas, el corsario más temido.., y también mi prometido. LLevadme hasta él y yo ejecutaré mi venganza.
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