jueves, 12 de junio de 2014
Al blanco más blanco de su mente.
Quería perderse en el horizonte y no pensar en nada en aquel viaje de vuelta. Se había prometido olvidarse definitivamente de él y de todo su mundo. Quería abandonarse al blanco más blanco de su mente pero no pudo evitar cometer un error más aquel día, el de devolverse la mirada al verse en aquel cristal de la ventana del autobús, en aquel espejo oscurecido por la noche que lo dominaba todo tras él, como si fuera un lienzo inacabado, o resquebrajado por el paso del tiempo y una sensación que ya conocía sobradamente la recorrió entera, quemándola, abrasándole las venas, cegándola de rabia y celos, empañando sus ojos cansados. Se mordió el labio inferior como única forma de contener las lágrimas, como si de esa manera, pudiera retener todo el dolor que se desparramaría con cada gota de no hacerlo. Deseó con toda su alma ser ese reflejo, ése que le encandilara. Ése por el que suspiraba y por el que no estaba en la tierra cuando le hablaba. Si pudiera arrancarse esa cara, y esas cadenas y ser ella. Si consiguiera que una de esas miradas fuera para ella… Como tanto deseaba día tras día. Pero no, no estaba escrito de esa forma y por eso se había condenado a buscar furtivamente en sus gestos eso que quisiera para sí. Eso que haría que dejara de dolerle tanto no estar a la altura de lo que abarcaba su mirada clara y altiva. No podía dejar de escudriñar a la luz de la luna qué era eso tan único en esa mujer que le hacía ignorar todo lo demás, que le hacía beber los vientos... Nunca antes había deseado con tanto ardor una sola palabra suya para compararla con aquellas que le susurraba a ella. Qué era eso que le atraía a ella como un imán de neodimio y que parecía repelerle de su lado con fuerza directamente proporcional. Se había prometido ser fuerte aunque eso le supusiera morir por dentro un poco más. Sólo cuando cayó la última lágrima pudo volver al blanco más blanco de su mente.
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