sábado, 1 de septiembre de 2018
Tras los barrotes.
No puedo remediarlo.
Mi mente se escapa y vuela a tu lado. Una y otra vez.
Le he puesto barrotes a las ventanas, no sé si para evitar que ella salga o que tú entres.
Y juraría que ella actúa por hambre y desesperación.
Pobre loca. Aún cree en ti.
Cada día viola mis leyes sin importarle un carajo el castigo.
La vuelta a la inanición, a la nada.
Cada día juega con tu recuerdo sabiendo que me ofende en lo más profundo.
Pero yo tampoco me salvo. Os miro. Y estoy ahí contigo. Bailando tras los barrotes.
Y de repente ésa es la única fantasía que haría realidad.
Y aunque no quiero, cada día durante varias horas estiro los últimos instantes en que fuimos sólo nosotros.
Porque ahora tengo el presentimiento de que somos muchos.
Y no cabemos.
El espacio reducido en el que nos quemábamos la piel es ahora un espacio insignificante cualquiera.
Nunca pensé que fuera a importarme.
Pero me indigna.
Me indigna que no veneres esos momentos como lo hago yo.
Con la solemnidad que merece lo sagrado.
Nunca te había sentido tan lejos.
Nunca te había despreciado tan íntimamente, tan visceralmente. Quizá como te quiero.
Nunca me había pesado tanto el tic tac del reloj.
Nunca me habían dolido tanto unos acordes.
¿Piensas en mí?
De verdad querría saberlo.
Y sería mucho más fácil si te pronunciaras al respecto.
Pero he de lidiar con tu silencio, una vez más.
Con tu ausencia, una vez más.
Con el teléfono inerte en mis manos.
¿Piensas en mí? Te lo repito por si a fuerza de decirlo te acaba llegando el eco, como un mensaje en una botella.
Pero no te das cuenta de que tu mar está plagado de botellas y no has abierto ninguna.
Me niego a pensar que sea cobardía.
Me niego a pensar que sea indiferencia.
Me niego a pensar que creas que es lo mejor.
Me niego a pensar que no sientas nada, que fuera todo un juego, como el baile tras los barrotes.
Me niego a pensar que no merezca más instantes eternos contigo, que los tenga que mendigar.
Me niego a pensar que estés usándolo a tu favor.
Pero parece que has puesto precio a tu tiempo, a tu cariño y que cualquiera puede pujar por ellos.
No sé cuánto tiempo más bailaremos.
No sé cuánto tiempo más aguantaremos.
No sé cuánto tiempo tardaremos en desvanecernos.
No sé cuánto tiempo.
No sé.
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