Resignada, la hechicera que tantas veces había usado su magia convirtiendo en estatua a todo aquel que se interponía en su camino aún sabiendo que con cada hechizo se hacía un poco más de piedra, entendió que su vida había sido una lección "inaprendida" y su destino su mayor castigo. La magia se había vuelto contra ella y comprendiendo al fin su error se enterró con su trono de cuarzo en las profundidades de la gruta.
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