En el claro del bosque de eucaliptos le declaró su amor a la luz de la luna. Por fin se había atrevido el buen caballero a poner palabras a su sentir. Por fin podrían mirarse a los ojos y decirse su verdad con tiernas miradas. Por fin serían uno del otro y a pesar de lo que dijeran y sus palabras de amor quedarían encerradas para siempre en eternos testigos de eucalipto.
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