martes, 21 de mayo de 2013
Confesión de un escritor empedernido.
Cuando escribir te da la vida y la reafirma se convierte en algo tan necesario y anhelado como la luz del sol. He vivido mucho tiempo en tinieblas y el único consuelo que he tenido lo he hallado en el rasgueo del lápiz sobre el papel. Ni la religión, ni la música, ni dormir en brazos de una mujer, ni los fármacos, ni los consejos, ni siquiera el alcohol han conseguido arrancarme del asfixiante abrazo del tedio, la frustración, la mediocridad, el hundimiento absoluto, la soledad. Mucho he escrito en mi vida como para no considerarlo fundamental en mi existencia. Porque todo lo que escribo es lo que soy. No hay vida más verdadera que la que hallo en las palabras escritas con la furia del que un día morirá en las páginas de mi diario. Es más real lo que hay en él escrito que el sueño de haberlo vivido. He vivido al escribir y en no escribiendo muero. Esta es mi confesión, mi verdad, mi credo.
lunes, 20 de mayo de 2013
Echar a volar.
Ana sabía que ya no pertenecía a aquel lugar. Se sentía extraña en el que había sido su hogar durante toda su infancia y juventud. Era consciente de que había llegado el momento de romper el cascarón, respirar una nueva bocanada de aire fresco, desentumecer las alas y echar a volar lejos porque no podía seguir viviendo de las migajas del pasado. Había sido muy feliz, feliz hasta hastiarse. Lo había dado de sí tanto como el tiempo y las circunstancias le habían permitido, pero había llegado el momento decisivo, lo sentía. Algo en ella había muerto, algo en ella no era igual, el cambio gritaba con fuerza pidiendo paso. Le dolía reconocer que su camino continuaba en otro lugar pero envejecía tratando de acariciar la cola de ese pasado fugaz que había ido demasiado deprisa sin permitirle saborearlo. Ya no sería jamás. Se había convertido en lo que cada instante: nada más que recuerdos. Pero se lo debía. Sabía que la única forma de salir de la espiral era romper la cadena que la mantenía apresada a sus fantasmas, a su necedad infantil. Debía dar el paso o se marchitaría. Y estaba decidida. Al alba del nuevo amanecer volaría.
jueves, 16 de mayo de 2013
Hoy la vida me da y me quita.
Hoy la vida me ha regalado la sonrisa y la alegría de mi abuela al verme entrar en su cuartito de estar pero me ha quitado la ilusión que mi entrada en la casa provocaba en mi abuelo que en seguida se ha perdido en sus pensamientos como si su nieta no estuviera ahí con ellos. La vejez y la enfermedad se los están llevando de distinta manera pero al unísono y a mí me está matando verlos así. Tan distintos, tan distantes. Cómo añoro esos años en los que aún eran jóvenes y vitales. Recuerdo cuando íbamos de excursión por los pinares de Robledo o cuando echábamos unas canastas en el Parque Berlín, cuando me recogían del colegio y me preparaban la comida mientras veía los dibus de la tele, las visitas a los museos en verano... Abuelitos, siempre os querré.
La decepción en sus ojos.
La conozco demasiado bien, casi como si hubiéramos vivido todas las vidas posibles juntas o la hubiera gestado en mis propias entrañas y cuando la veo con la naricilla roja y los ojos vidriosos es como si sintiera su dolor como mio propio. A veces no me hace falta mirarla para saber que lleva escrita la decepción en las pupilas pidiendo a gritos un abrazo, unas palabras de consuelo. Y me duele tanto no poder hacerla feliz... Quiero para ella todo lo bueno de este mundo, lo más puro y brillante de la vida y de la gente. Y rodearla cada noche con mis brazos para aislarla de todo lo que la pueda hacer sufrir y apartarla de las pesadillas y la oscuridad. Pero a veces no me dan los brazos. Entonces siento la frustración de no ser lo que ella espera que sea y es cuando me mata ver la decepción en sus ojos.
Carta a mi querido tío.
Querido tío:
Por fin encuentro un ratito de tranquilidad para escribirte. No puedes hacerte una idea de lo que me ha costado arrancar pero por fin he encontrado las palabras adecuadas. Sé que la vida y el férreo e insano orgullo que nos caracteriza nos han jugado malas pasadas y nos han acabado distanciando. Sé que nos hemos cerrado muchas puertas y nos hemos perdido cosas maravillosas juntos, vivencias que nos podíamos haber regalado se han perdido para siempre y nunca volverán a ser como un día fueron. ¿Recuerdas aquellas reuniones familiares cuando vivía el abuelo? ¿Recuerdas esas excursiones en las que se nos escurría el tiempo entre risas? ¿Esas Nocheviejas interminables jugando al bingo? Yo las guardo en mi memoria como un tesoro. Y sé que todos las echamos de menos, os echamos de menos. No sabes todo lo que te mencionamos. No sabes la de conversaciones infructuosas que hemos tenido en casa al respecto. No sabes la de quebraderos de cabeza que ha dado esta situación a tus hermanos y sus familias. El declive de la familia lo llamamos. Y así es. Y todo por un cúmulo de sinsentidos que no logro aclarar. Otras familias se destruyen por herencias, por terceras personas, por deudas, por catástrofes… ¿pero la nuestra? Ningún cataclismo nos ha separado, ninguna herencia mal repartida, ninguna deuda impagable… No. No ha habido culpables (o al menos yo no los encuentro ni los señalo) simplemente malentendidos, rencor y escasez de valores por los que estamos sufriendo y me temo que sufriremos hasta el fin de nuestros días si nadie hace nada por solucionarlo. Lo estamos dejando morir y sé que con nuestra actitud estamos malogrando lo que tanto le costó sobre todo a una persona que ya no está: el abuelo. Con él todo era distinto. No sabes cuánto le echo de menos. Siempre que le recuerdo le acompañan unas lágrimas. Lágrimas que se escapan por él y por lo que con su marcha perdimos todos. Él fue quien mantuvo todo en su sitio, el que nos arropaba a todos bajo el mismo manto, nos mantenía unidos. Sin embargo, ahora todo eso se ha destruido. Y todos somos responsables. Quiero pensar que todavía nos aguarda un futuro en familia y que al final nos iremos de este mundo dejando un legado por el que sentirnos orgullosos. Quiero pensar que alguien abrirá los ojos, olvidará el rencor, perdonará y lo solucionará todo cerrando las heridas que nos hemos hecho a base de silencio. No sé quién tiene las llaves de esa puerta a un mañana feliz, en familia, porque sé que quien tenía el liderazgo y la voluntad de conseguirlo ha perdido la ilusión, las ganas, las fuerzas y ya no es quien era. También a él lo estamos perdiendo por ese odio dañino y sinsentido. Pero no está del todo perdido. Aún hay esperanza tío. Aún podemos lograr lo que todos ansiamos, si dejamos atrás los rencores y cedemos un poco pensando en el mal que estamos haciendo a muchos seres queridos. Todas las puertas están abiertas. Y si no lo están, yo me encargaré de abrirlas. Te lo prometo. Te quiere,
Tu sobrina.
Por fin encuentro un ratito de tranquilidad para escribirte. No puedes hacerte una idea de lo que me ha costado arrancar pero por fin he encontrado las palabras adecuadas. Sé que la vida y el férreo e insano orgullo que nos caracteriza nos han jugado malas pasadas y nos han acabado distanciando. Sé que nos hemos cerrado muchas puertas y nos hemos perdido cosas maravillosas juntos, vivencias que nos podíamos haber regalado se han perdido para siempre y nunca volverán a ser como un día fueron. ¿Recuerdas aquellas reuniones familiares cuando vivía el abuelo? ¿Recuerdas esas excursiones en las que se nos escurría el tiempo entre risas? ¿Esas Nocheviejas interminables jugando al bingo? Yo las guardo en mi memoria como un tesoro. Y sé que todos las echamos de menos, os echamos de menos. No sabes todo lo que te mencionamos. No sabes la de conversaciones infructuosas que hemos tenido en casa al respecto. No sabes la de quebraderos de cabeza que ha dado esta situación a tus hermanos y sus familias. El declive de la familia lo llamamos. Y así es. Y todo por un cúmulo de sinsentidos que no logro aclarar. Otras familias se destruyen por herencias, por terceras personas, por deudas, por catástrofes… ¿pero la nuestra? Ningún cataclismo nos ha separado, ninguna herencia mal repartida, ninguna deuda impagable… No. No ha habido culpables (o al menos yo no los encuentro ni los señalo) simplemente malentendidos, rencor y escasez de valores por los que estamos sufriendo y me temo que sufriremos hasta el fin de nuestros días si nadie hace nada por solucionarlo. Lo estamos dejando morir y sé que con nuestra actitud estamos malogrando lo que tanto le costó sobre todo a una persona que ya no está: el abuelo. Con él todo era distinto. No sabes cuánto le echo de menos. Siempre que le recuerdo le acompañan unas lágrimas. Lágrimas que se escapan por él y por lo que con su marcha perdimos todos. Él fue quien mantuvo todo en su sitio, el que nos arropaba a todos bajo el mismo manto, nos mantenía unidos. Sin embargo, ahora todo eso se ha destruido. Y todos somos responsables. Quiero pensar que todavía nos aguarda un futuro en familia y que al final nos iremos de este mundo dejando un legado por el que sentirnos orgullosos. Quiero pensar que alguien abrirá los ojos, olvidará el rencor, perdonará y lo solucionará todo cerrando las heridas que nos hemos hecho a base de silencio. No sé quién tiene las llaves de esa puerta a un mañana feliz, en familia, porque sé que quien tenía el liderazgo y la voluntad de conseguirlo ha perdido la ilusión, las ganas, las fuerzas y ya no es quien era. También a él lo estamos perdiendo por ese odio dañino y sinsentido. Pero no está del todo perdido. Aún hay esperanza tío. Aún podemos lograr lo que todos ansiamos, si dejamos atrás los rencores y cedemos un poco pensando en el mal que estamos haciendo a muchos seres queridos. Todas las puertas están abiertas. Y si no lo están, yo me encargaré de abrirlas. Te lo prometo. Te quiere,
Tu sobrina.
Pegada a mi portátil en una dársena estéril.
Un día más me encuentro sentada en una dársena estéril de acontecimientos matando el tiempo pegada a mi portátil tratando de hacer de la nada y del aburrimiento más absolutos algo que merezca la pena. Sin embargo, tanta escasez de movimiento está acabando con mi paciencia, incluso me adormece. Qué sensación más horrible. Casi oigo el pasar de los minutos de mi reloj biológico aquí sentada, guarecida de todo, hasta de la vida humana, únicamente acompañada por un guardia de seguridad que ni siquiera está en estos momentos porque está de ronda. Y esto es tan grande... Tardará en volver a hacerme compañía. Ni siquiera oigo el ruido de los motores de los autobuses. Sólo el constante murmullo chirriante de las escaleras mecánicas. Decido moverme un poco por aquí y todo es silencio. Ni siquiera hay locales abiertos. Con la de paro que hay y aquí veo un montón de letreros de “Local Disponible”… ¡Qué cosas! Lo que es el país. Aquí es donde veo la miseria. Acaba de sorprenderme una anciana vestida toda de rosa chillón y con unos calcetines de rayas multicolores. Está rebuscando en las basuras. Pero ¿¡qué encontrará aquí si no hay un alma que desperdicie!? Mira a los lados como esperando el momento oportuno para echar un vistazo en la papelera pero no le importa ser vista. Delante mismo del segurata se pone a escarbar en una papelera y el pobre hombre no dice ni mu. Y me alegro. Y seguro que la mujer también. En estos tiempos que corren de necesidad, de desamparo, es lo mínimo que se puede esperar de los demás, que miren a otro lado para que uno pueda sacarse las castañas del fuego.
martes, 14 de mayo de 2013
La Noche misma en persona.
La Noche oscura misma en persona se me ha acercado y con sus labios me ha succionado el alma. Se lo ha llevado todo dejándome reducida a pequeñas esquirlas de lo que fui, si es que alguna vez fui algo. Ahora vago en vida como movida por el viento, adonde me quiera llevar. No opongo resistencia, no tengo músculos ni huesos con los que oponer resistencia. Lo que queda de mí no pesa nada, no se ancla a ningún sitio, se deja arrastrar. No me quedan siquiera palabras que me den algo de peso. También se las llevó la Noche. Y he usado las pocas que me dejó para escribir estas letras consciente de que en cuanto termine la última me esfumaré, me haré Nada.
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