A veces viajo en el tiempo y me detengo en el sabor de tu boca, en el claro asesino de tus ojos, el olor de tu ropa. En ese beso clandestino en un juego inofensivo del que salí no nueva sino rota. Y es que tus besos, aunque a ciegas y sin rastro de ti, me saben, no lo sabes tú bien, a maldita gloria bendita. Te perdí y te encontré, me encontré y me perdí. Todo eso provocas en mi y así es el amor cuando a la razón desboca. Y al llegar a casa, sin alma, sin vergüenza, sin hora ni honra, se me abrieron las carnes, me aulló tu recuerdo, me sentí perdedora. No sé si pude conciliar el sueño o si he podido hacerlo desde entonces, que sin un ápice de pudor te me apareces en las noches dando voces, reabriendo mis heridas. Tú, canalla seductor, que me quemas sin quemarme y te amo sin amarte.
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