Hay días en los que se nos encarnan las debilidades.
Hay días en los que el talón de Aquiles se nos queda en carne viva y al mínimo roce nos creemos morir deshaciéndonos en mil lágrimas.
Hay días en los que nos tumba la brisa más suave.
Hay días como piedras en los zapatos.
Días manchados de pasado desvaído y teñidos de futuro incierto.
Hay días en los que tú te vuelves escara y me dueles más que nunca, atentando en mis sueños.
Días en los que no me reconozco perdida en tu recuerdo, deseándote desesperada.
Y días en los que no te quiero ni querer.
Hay días en los que el tic tac del minutero se vuelve banda sonora insoportable.
Y días en los que no me salen ni los puzzles, ni las cuentas ni los sueños.
Hay días en los que las sábanas resultan el mejor escondite posible y cualquier excusa es buena para cerrar los ojos.
Hay días en los que volar no nos parece tan buena idea.
Y días en los que echamos terriblemente de menos volver a ser.
Días en los que las montañas se vuelven insuperables y los gigantes duplican los newton de sus pisotones impíos.
Son días que inquietan al alma vestidos de otoño hostil, de cenizas. Días que igual que vienen, se van. Tan fugaces, tan efímeros.., tan intensos que marcan para siempre con lecciones que jamás aprenderemos del todo.
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