jueves, 24 de febrero de 2011
En blanco.
De repente ocurre. Sin pensarlo. Sin quererlo. Te quedas en blanco ante la pantalla del ordenador. Nunca antes te había ocurrido. Los dedos paralizados. Siempre habías gozado de una buena imaginación, un caudal de ideas inagotable. Pero de repente un día dejas de pensar. Vivir de tus propias angustias, tus pasiones, tus ideas, es algo que pertenece a una etapa pasada de tu vida. Una etapa que a todo el mundo gusta, que todo el mundo reconoce y lee rememorando sus propias vivencias. Pero se ha acabado. Ya no hay más camino. Sabes que el siguiente paso es incierto. Que más allá sólo hay abismo. Ahora te da miedo incluso traspasarlo porque no sabes dónde caerás o si te dolerá la caída. Balbuceas palabras, el comienzo de una historia, pero fracasa estrepitosamente en tu mente. No va a ningún sitio. Se despedaza a medida que borras cada palabra que tecleas en un frustrante intento por dar con la única, la que te llevará al éxito, la que servirá de hilo conductor de una historia más. Pero sabes que no funciona, que te estás engañando, que hoy no es tu día y que deberías abandonar.
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