Háblame de los días reveladores.
De esos breves pero intensos momentos de intuición inspiradora que te dieron los motivos suficientes.
Que te dieron rumbo. Camino y pies.
Que te dieron alas y un cielo inmenso.
Que te dieron cimas y una voluntad de hierro para alcanzarlas.
Que te espantaron los miedos y las dudas. Y los "nopuedo".
De esas reflexiones que dieron cuerpo a tus sueños.
Que te movieron a luchar por ellos. A cimentar tu vida.
A moldearte según tus propios dogmas, promesas y últimas voluntades.
Háblame de tus días de lucidez vital, ésos en los que entendiste tu existencia.
Háblame de tus impulsos, del tic-tac de tu reloj vital.
Háblame de los huecos del tiempo. De la desesperación.
Háblame de cuando eras sin nosotros.
Háblame de cuando decidiste casarte con ella.
De cuando decidiste vivir en una buhardilla.
De cuando trabajabas sin parar. (¿En qué pensabas?)
De cuando no me reconocías.
De lo que haríamos cuando te fueras.
De lo que seríamos sin ti.
De lo que se quedaría para siempre en el tintero.
De las oportunidades perdidas.
De las sonrisas tristes.
Del dolor del recuerdo.
De la paz del tiempo.
De lo que haríamos al reencontrarnos.
Del lugar donde nos esperarías y desde el que nos verías llegar.
Del sabor de nuestro abrazo.
De los recuerdos de una vida vivida.
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