Eran dos damas o eso se comentaba. Sucedía siempre, como cuando chocan dos portentosas y ancestrales fuerzas opuestas enfrentadas en batalla. Entre gritos de guerra e improperios se tiraban de sus hermosos cabellos reales, se arrancaban las relucientes coronas, se arañaban las nobles caras, se sacaban a bocados botones y lazos... Eran demasiado orgullosas y ninguna quería admitir la derrota en el campo de batalla, pero el juego era el juego y estaban dispuestas a todo por su Rey.
Esto era lo que la pequeña Ana imaginaba cuando su padre cambiaba dama por dama concentrado ante el tablero de ajedrez que le absorbía los sesos.
sábado, 19 de noviembre de 2016
domingo, 13 de noviembre de 2016
Hoy he soñado...
Aquellos seres lanzaban un extraño grito desesperado como si se tratara del lamento por la muerte de su comandante, caído en aquella batalla de seres infernales. Entonces se elevaron en el aire creando una columna oscura de cuerpos rabiosos. Aquel vórtice, que cada vez cogía más y más altura, parecía absorber toda la energía y era cuestión de tiempo que se desatara la tempestad. Los chillidos de las criaturas y el batir enfurecido de sus alas enmudeció por un tiempo, era el ojo del huracán. Aquella marabunta tomó poco a poco la forma incompleta de un único y titánico ser con poderosos brazos que se extendían torpemente en el aire cerrando los puños en señal de ira. La energía que acumulaban esos seres empezaba a materializarse en algo muy luminoso, una especie de rayo contenido. Entonces el enorme gigante agarró ese rayo de luz con su mano y lo lanzó directamente hacia la tierra con una fuerza indescriptible. Aquello tenía una explicación. No iba dirigido a la tierra sin más. No. Aquel rayo impactaría directamente contra el cuerpo inerte del comandante con el fin de resucitarlo.
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