viernes, 22 de julio de 2016
Cambio de estrategia, querido paladín.
Creo que una vez trataste de salvarme de mis demonios, pero aunque eras obstinado, te superaban con creces en fiereza. Entonces abandonaste la primera línea de batalla y desapareciste. Quizá sólo estabas ganando músculo en la soledad de un gimnasio. O quizá estabas recuperándote del susto de haberme conocido con ellos dentro. O simplemente te guarecías en alguna cueva para sanar tu malherido orgullo de caballero por considerarla tu primera batalla perdida. Quizá saliste en busca de batallas facilonas para recobrar tu autoestima de guerrero invencible. Desde entonces yo me he dedicado a alimentar a mis demonios y te puedo asegurar que han crecido unos cuantos metros. Pensé que con esa altura podrían llamar de nuevo tu atención, como una señal de socorro. Pero lo único que he logrado ha sido hacerme yo más diminuta. ¿Volverás, añorado paladín, para enfrentarte a ellos o te vas a quedar para siempre mirando cómo les doy de comer cebándolos como cerdos? Pronto se me acabarán las migajas y tendré que cambiarles el pienso. Los veo relamerse de gusto de sólo pensar en lo que les voy a lanzar directo a sus fauces. Es su plato favorito. Los restos de mi alma dormida. Entonces y sólo entonces, y éste es mi cambio de estrategia, querido paladín, cuando ya no me quede nada y ellos estén saciados y a punto de reventar, lucharé y los reduciré a restos inmundos. Y de sus vómitos recompondré a mi nuevo yo. Sin duda pestilente pero al fin entera.
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