Corren tiempos difíciles y el alma está apesadumbrada, con la cabeza gacha. Le cuesta mantenerse en pie y ya a penas busca ese saliente al que aferrarse para no caer al precipicio pues no tiene fuerzas y cree que es más fácil soltarse y dejarse caer. Sin embargo, hay algo que la sostiene sobre el abismo, una mano fuerte agarra el pellejo que es el alma y evita que caiga como una hoja en otoño.
Esa mano es la que me ha tendido mi principal apoyo y es la que me salva de la asfixia de la realidad y a la que mi alma debe la vida.
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