miércoles, 16 de octubre de 2013
Zyrana y el tiempo.
Zyrana a penas podía contener su ansiedad. Llevaba años encerrada en el refugio que ella misma había construido en el interior de un cometa. Le resultaba imposible conciliar el sueño. El fulgor de las estrellas, antaño hipnotizante y bello a rabiar para ella, se había convertido casi en un estorbo, pues se pasaba noches en vela admirándolas sin poder descansar un momento sus ojos de topillo. Las ideas le iban y venían en un vaivén desesperado. Se moría de ganas de dar por fin con la solución definitiva a sus desvelos. No descansaría hasta comprender el gran enigma que la mantenía horas y horas observando, estudiando, reflexionando. El Tiempo. Ése era su mayor anhelo: comprender el significado del Tiempo. En el helado corazón del cometa errante kilómetros de pergamino tapizaban el suelo y las paredes de roca estelar. Zyrana pasaba días y noches enteros en vela anotando todo aquello que descubría al leer las estrellas o escuchar su canto universal. Quería todos los datos que le pudieran acercar un poco más a la clave del Tiempo. Sin embargo, tal y como se le ocurrían ideas las desechaba por ser menos brillantes que una gigante roja.
Entonces, no podría deciros cuándo, llegó a la desoladora conclusión de que el Tiempo era la consecuencia de la degradación de las cosas existentes, una forma de contabilizar la cercanía del fin de aquello que existía. El principio de las cosas existentes llevaba irremediable e inexorablemente a su fin y el que espera el fin es el que mide su Tiempo.
Entonces, como movida por un impulso, Zyrana cogió el volante del cometa y lo hizo virar para entrar en la órbita de la Tierra. Se había dado cuenta de que contaba los minutos para llegar a su verdadera casa y abrazar a su madre y achuchar a Caricias, su gato tricolor, y pasar junto a ellos la vida hasta el fin.
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