sábado, 19 de noviembre de 2016

Dama por dama.

Eran dos damas o eso se comentaba. Sucedía siempre, como cuando chocan dos portentosas y ancestrales fuerzas opuestas enfrentadas en batalla. Entre gritos de guerra e improperios se tiraban de sus hermosos cabellos reales, se arrancaban las relucientes coronas, se arañaban las nobles caras, se sacaban a bocados botones y lazos... Eran demasiado orgullosas y ninguna quería admitir la derrota en el campo de batalla, pero el juego era el juego y estaban dispuestas a todo por su Rey.

Esto era lo que la pequeña Ana imaginaba cuando su padre cambiaba dama por dama concentrado ante el tablero de ajedrez que le absorbía los sesos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario