sábado, 6 de junio de 2015

A través de los sueños.


Bárbara se despertó bruscamente de aquella pesadilla empapada en sudor, como siempre que él se le aparecía en sueños. A su lado, su marido dormía plácidamente ajeno a los remordimientos de ella. Aún temblando le venían a la mente escenas de ese sueño. Escenas que no quería olvidar porque eran la única forma de estar al lado de aquel que aún ocupaba con fuerza su corazón no correspondido. Miró a su alrededor, sus ojos cansados se posaron en sus botes de pastillas y luego en el reloj de la mesilla que parecía haberse parado y no pudo reprimir unas lágrimas silenciosas. Se sentía cansada de que sus sueños le sacaran a relucir todo lo que deseaba, todo lo que había dejado atrás, todo a lo que había renunciado por el simple hecho de tomar el camino más fácil, pero no el menos doloroso, se recordó. Y a pesar de sus setenta y ocho años, Bárbara seguía soñando con aquel ser imperecedero, que aún conservaba una sonrisa pícara y aires galanes, que la amaba más allá del tiempo y a través de los sueños.

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