martes, 13 de mayo de 2014

Los Fey. Una historia ficticia.

Anne Marie, distraída leía y leía mordisqueando el colgante en forma de llave de su madre y entre estornudo y estornudo, se frotaba los ojos llorosos y cansados de tanto leer y rebuscar documentos en aquella biblioteca polvorienta de luces tenues. Nada más poner un pie en aquel sitio, días atrás, había podido captar a simple vista el ambiente decadente de la vetusta biblioteca. Volúmenes antiquísimos se amontonaban por todas partes sin orden ni concierto en pilas que amenazaban con derrumbarse con la más mínima brisa de aire o un leve roce. La desconsideración con la que eran conservados resultaba escandalosamente evidente y hacía pensar que muchos de ellos se consideraban desechos por su mal estado y su escaso interés. El aspecto exterior de la biblioteca no era más benévolo sino realmente tenebroso y aterrador y más bien invitaba a los usuarios a mantenerse alejados. Entre los chiquillos corría la leyenda de que en su interior habitaba un monstruo terrorífico que se alimentaba de papel viejo, del que dejaba restos cenicientos que lo cubrían todo, y de todos los curiosos que husmeaban por sus dominios pues no hacía ascos a la carne humana.

Pero no era ésa la leyenda que traía de cabeza a La joven huérfana y que la había hecho tragarse su miedo y adentrarse en aquel edificio, sino la que hablaba del legendario Fantón Fey. Llevaba días tras el rastro del escritor que se perpetuó en el tiempo como lo hicieron en su día famosos piratas para amedrentar a sus adversarios haciéndose inmortales e invencibles y que si no le salían mal los cálculos llevaba vivo, según delataban las fechas de las publicaciones intermitentes de sus libros, casi trescientos años. La propia Anne Marie había recibido de su propia madre un ejemplar de "La verdad de la niña de la Caperuza Escarlata" firmada por Fey en 2004, el mismo día que su madre murió. Anne Marie no se sintió con fuerzas de leerlo porque le recordaba demasiado el momento agónico en el que su madre se lo regaló. Pero diez años más tarde, una noche Anne Marie se atrevió a abrirlo y poco a poco lo empezó a leer quedando atrapada en sus páginas y en lo que contaba. Se trataba de la verdadera historia de Caperucita Roja y de cómo los Grimm se habían hecho con ella cuando realmente pertenecía al escritor que firmaba como Fantón Fey, el autor del libro que lo revelaba. Todo esto le pareció muy interesante a Anne Marie que se lanzó a investigar. Quizá pudiera descubrir quién había sido o era Fantón Fey pues podía asegurar que aquel libro le había revelado un secreto, una mentira.



Sin embargo, llevaba días en aquella biblioteca, que más parecía un cementerio de ancianas encuadernaciones, y empezaba a flaquearle la voluntad de querer encontrar algo pues parecía que aquel edificio cobraba vida y se negaba a darle pistas desordenándolas y cubriéndolas de capas y capas de polvo. Por lo que había podido averiguar en clase de literatura de la señorita G.Rillard la leyenda había caído en el olvido hasta que diez años antes,las fechas coincidían, apareció una única publicación firmada por Fantón Fey, "La verdad de la niña de la Caperuza Escarlata". Anne Marie estuvo tentada de decirle a la señorita Rillard que ella era la poseedora del único ejemplar, pero sintió que debía guardar el secreto. Al menos hasta que pudiera averiguar algo más. ¿Cómo era posible que hubiera llegado a manos de su madre ese ejemplar? ¿Acaso su madre quería que protegiera el libro o la verdad que escondía? ¿Qué tenía que ver su madre con aquello? Todas estas preguntas la rondaban a cada minuto.

Todas sus pesquisas habían comenzado una noche en la que Anne Marie encontró en el suelo de su habitación del hospicio una baldosa de madera que siempre crujía bajo sus pies porque no estaba bien pegada. Anne Marie la levantó y bajo ella descubrió un papel enrollado que decía:
"Si has encontrado esto es porque has sido elegido para perpetuar la leyenda de Fantón Fey. En tus manos dejamos la clave para encontrar la verdad. Búscala en la biblioteca más antigua de esta villa. Allí te esperamos. Sólo si eres el verdadero elegido podrás encontrarlo."

Por eso Anne Marie no dejaba la investigación. Ella había sido la elegida porque hasta ella habían llegado todas esas "invitaciones" a conocer la leyenda. Por eso siguió buscando hasta que no pudo más. Extenuada se apoyó en una pared de la sección de fantasía y la pared se la comió. Anne Marie apareció, con el corazón galopante, en un pasadizo oscuro y húmedo que parecía no tener fin. Lo siguió hasta llegar a una pequeña estancia circular forrada con estanterías llenas de encuadernaciones que respetaban la forma circular de la fría habitación empedrada. En su centro una mesa que más parecía una especie de altar en piedra y un rústico asiento emulaban una de esas salas de rituales que aparecían en las películas de misterio. Sobre el altar reposaban una pluma, unos pergaminos, y una caja metálica. Anne Marie no pudo evitar la curiosidad y ya que había llegado hasta allí no iba a perder la oportunidad de ver qué era todo aquello y estudió los pergaminos. Fanton Fey era el primer nombre que figuraba de todos los que componían una larga lista. Cada nombre venía seguido de dos fechas. Anne Marie supuso que serían las del nacimiento y las de la muerte de cada persona. Tras Fantón Fey aparecían los nombres de Hannah y Grechen Fey y así aparecían numerosos nombres hasta que sus ojos se detuvieron en el último: Diana Levian.

¡Era su madre! ¿Cómo podía ser? ¿Acaso ella era descendiente de Fey? ¿O se había unido a su causa, perpetuando su leyenda, por pura casualidad? Anne Marie no podía recomponerse de aquello. Un escalofrío le recorrió el espinazo y entre temblores y el sudor frío que humedecía las palmas de sus manos, siguió observando el nombre de su madre. A su lado sólo aparecía la fecha de su nacimiento pero no la de su muerte. ¿Qué significaba aquello? Miles de preguntas, imágenes borrosas y recuerdos le ocuparon la mente. Necesitaba encajar todas las piezas de aquel puzzle del que parecía formar parte. Dirigió su mirada a la caja metálica y la examinó meticulosamente. Parecía tan vieja como todo lo que descansaba en aquel lugar. Intentó forzarla pero no hubo manera de abrirla. Entonces tuvo una idea que de sólo pensarla le entraron escalofríos. Se sacó el colgante de su madre y conteniendo la respiración introdujo la llave en la cerradura. La caja se abrió. El corazón no podía latirle más deprisa. En el interior unas hojas gastadas contaban un secreto.

"Por desgracia ha llegado el fatídico día en el que la vida del gran escritor Fantón Fey toca a su fin. En su agonía, aferrado a su pluma y acompañado de sus dos amadas hijas, les legó su fama de escritor, su nombre, para que pudieran asegurarse de vengarle pues lo utilizarían para amedrentar así a los Grimm que se habían apropiado de las obras del gran Fantón Fey con el propósito de pasar a la historia y ser recordados por siempre jamás como los padres de los cuentos de hadas. Sobre su conciencia recaerá el peso del apellido Fey que intentará revelar, hasta que la verdad se descubra, la auténtica lucha de los Fey, y de todos aquellos que crean en su historia, por su reconocimiento. Por ello es de vital importancia que no se descubra nuestro secreto y que tú contribuyas a él si crees en nuestra causa. Nadie deberá saber de la muerte de nuestro padre, el gran escritor Fantón Fey, para poder iniciar y mantener así su leyenda. Somos Hannah Fey y Grechen Fey. Viajamos en carromato siempre de noche hasta llegar a la villa abandonada de Fouton donde hemos enterrado a nuestro padre lejos de miradas entrometidas y de las habladurías de la gente. Allí planeamos juntas cómo mantener vivo el recuerdo de nuestro amado e idolatrado progenitor. En una aldea cercana hemos conseguido vender nuestro carromato y con ese dinero más el ahorrado hemos conseguido hacernos con dos caballos y con ellos recorreremos la vieja Europa sin detenernos demasiado tiempo en ningún lugar. Viviremos volcadas en rescribir sus historias y nuestras propias con la pasión que caracterizaba a Fantón Fey de la que siempre nos hemos alimentado y enviaremos los originales a la capital donde simpatizantes nuestros, las publicarán clandestinamente, aún a riesgo de poner en grave peligro sus vidas, bajo el nombre de Fantón Fey. Designaremos dignos sucesores para seguir nuestra leyenda."

Anne Marie no podía creer lo que estaba leyendo. Y aún había más. En otra hoja que parecía ser mucho más moderna se podía leer. "Los Grimm nos persiguen." La firmaba Diana Levian.

Anne Marie se sobresaltó al oir una voz detrás de ella.

-Hola Anne Marie.

La señorita G. Rillard estaba plantada en la entrada de la estancia circular con una sonrisa poco inocente dibujada en la cara. Anne Marie, atónita, no podía articular palabra.

-Gracias por traerme hasta aquí. Los Grimm te estamos muy agradecidos. Por fin podremos acabar con esto de una vez y de paso acabaremos contigo como ya hicimos con tus padres. Primero tu padre y luego tu mamaíta. No pongas esa cara, te vigilábamos continuamente pues sabíamos que acabarías dando un paso en falso y nos traerías hasta el cuartel general de los Fey.

Anne Marie se armó de valor.

-Vamos, esta gente sólo procuraba no caer en el olvido y que no se cometiera la injusticia de manchar su nombre, tan respetable como el de los Grimm.

-Nosotros no lo vemos así. Te doy cinco minutos de ventaja para que huyas y te olvides de todo esto, si no quedarás enterrada para siempre aquí junto al legado de tu mamá, que por cierto, cosas de la vida, era mi hermana. Nunca vio con buenos ojos que nos hiciéramos con las obras de otros y se cambió el nombre. Pero yo la descubrí y bueno ya sabes el resto y si no, cualquier día te lo cuento. De tía a sobrina. He movido la demolición de este sitio que será en pocos minutos así que no me hagas perder el tiempo. Vete.

Anne Marie corrió horrorizada por haber descubierto la verdad. Por el momento escaparía de aquel lugar y ya pensaría qué haría. Los Fey y su madre no merecían quedar enterrados en el olvido.





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