domingo, 23 de junio de 2013

Patinando en el Polo.

Hoy en sueños he patinado sobre el Polo y he disfrutado tanto que no he notado cómo me congelaba poco a poco bajo el pijama de elefantes. No os podéis imaginar la blancura imposible de aquel lugar que se resquebrajaba bajo las cuchillas. Ni el Cielo mismo puede ser tan puro, tan blanco, tan silencioso. Y era tal la quietud que me asusté cuando me envolvió el eco. A mi paso una familia de osos polares se me quedó mirando y al verme reir a carcajadas los oseznos quisieron imitarme y echaron a correr dejándose deslizar por las placas de hielo. A ellos se unieron una pareja de pingüinos y sus polluelos que se lanzaban aterrizando de panza sobre la superficie como si fueran trineos cortando el viento a toda velocidad. No creí posible tanta felicidad en unos simples patines. En cuanto cogí un poco de confianza comencé a arriesgar con saltos imposibles, piruetas de pico de iceberg en pico de iceberg, rozando las nubes con la punta de los dedos y llevándome trozos de su algodón a la boca. Dos gaviotas que revoloteaban a mi alrededor agujereando los nimbos tuvieron a bien hacer de mis alas y juntas sobrevolamos el paraje inmaculado hasta que me dejaron caer al agua glacial. Temiendo ahogarme en aquellas aguas tan frías y quietas como la muerte me desperté de golpe.

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