martes, 21 de mayo de 2013

Confesión de un escritor empedernido.


Cuando escribir te da la vida y la reafirma se convierte en algo tan necesario y anhelado como la luz del sol. He vivido mucho tiempo en tinieblas y el único consuelo que he tenido lo he hallado en el rasgueo del lápiz sobre el papel. Ni la religión, ni la música, ni dormir en brazos de una mujer, ni los fármacos, ni los consejos, ni siquiera el alcohol han conseguido arrancarme del asfixiante abrazo del tedio, la frustración, la mediocridad, el hundimiento absoluto, la soledad. Mucho he escrito en mi vida como para no considerarlo fundamental en mi existencia. Porque todo lo que escribo es lo que soy. No hay vida más verdadera que la que hallo en las palabras escritas con la furia del que un día morirá en las páginas de mi diario. Es más real lo que hay en él escrito que el sueño de haberlo vivido. He vivido al escribir y en no escribiendo muero. Esta es mi confesión, mi verdad, mi credo.

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