domingo, 16 de septiembre de 2012

¿Recuerdas aquella tarde?

¿Recuerdas aquella tarde de verano cuando éramos dos críos sentados en ese banco herrumbroso del parque sin dejar de mirarnos, de hablar, de reir..? Yo no puedo olvidarla. Desde entonces vivo atrapada en aquel momento. Eras mi ídolo, mi príncipe azul y allí estabas, junto a mí, deteniendo el tiempo a nuestro alrededor con tu sonrisa, secuestrando mi mirada con tu magnetismo irresistible de Indiana Jones de barrio. Eras la aventura en persona, el deseo de cualquier adolescente en busca de peligrosos romances. Eras inalcanzable y sin embargo, yo tuve la inmensa suerte de tenerte como amigo y compartir tantos buenos ratos contigo. Una mala jugada del destino quiso separarnos (dicen que está muerto, ¿sabes?) y ahora tú tienes tu vida y yo la mía. He pensado miles de veces ir a buscarte, dejarlo todo e ir a localizarte, pero también he valorado lo increíblemente estúpido que sería por mi parte. Sin embargo, te echo de menos (no sabes cuánto) y aún añoro aquellos cumpleaños en mi casa jugando al Mario Kars, a las aventuras en busca de tesoros escondidos, a cortarle el pelo a las barbies... No puedo evitar sonreirme al escribir esto. Eres mi mejor recuerdo de aquel entonces y por lo que volvería atrás en el tiempo. Me hubiera gustado tanto despedirme bien de ti... En un cajón conservo la foto del Parque de Atracciones y siempre se me van los ojos a aquel niño vivaz que me devuelve la mirada con una gran sonrisa. Para mí no has cambiado nada, permaneces en mi memoria tal y como te conservo en las fotos que pueblan mis álbumes de la infancia, aunque en las redes sociales te vea tan distinto que me cuesta reconocerte. Supongo que te perdí para siempre, que ya no serás nada más que un precioso recuerdo aunque hubiera dado todo por quedarme allí de donde me fui por exigencias del guion. A veces rezo para que tú también te acuerdes de aquella tarde de verano y todo lo que vivimos juntos.

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