jueves, 6 de septiembre de 2012

Encarcelada.

¿Cómo puedo escapar de tanta desesperación, de tanta confusión, de tanta desorientación dentro de mí si ni siquiera soy capaz de seguir firmemente mis propios criterios? ¿Cómo puedo dejar de esconderme y tomar la iniciativa? ¿Cómo puedo hacer frente al dolor sin que me consuma hasta reducirme a la mínima expresión de mí misma? ¿Cómo puedo encontrar el camino? ¿Dónde se halla la solución de los problemas? ¿Dónde busco si todo parece indicar que sólo el tiempo decidirá? ¿No hay más camino que el del tiempo? Me niego a pensar que no hay nada que yo pueda hacer para recuperar lo que fue, lo que fuimos. Me niego a aceptar que esto es todo a lo que hemos quedado reducidos. Me niego a resignarme a esta extraña sensación que me hace querer ser lo que no soy, buscar mil caras para una misma persona, tan frágil e insignificante como cualquier otra, que se enfada cuando muestra su verdadero yo por no ser aquello que espera ser, por verse encerrada en una vida que se le echa encima, que le supera, para la que no está preparada, que la paraliza cuando las cosas se ponen difíciles. El pasado se me ha escapado del todo y ha dado lugar a un extraño punto en el presente que no acabo de asimilar. Todo parece pasar a mi alrededor y yo sin embargo vivo impasible, en un continuo sufrimiento, encarcelada por mí misma en mis propios miedos, mis flaquezas dejándome dominar por ellos que parecen tomar forma de horribles pesadillas que me atormentan incluso despierta.

Sólo sé que no puedo seguir así. Quiero poder vivir tranquila conmigo misma. En paz. Disfrutar de la existencia y no convertirla en una meta sino en un proceso.

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