lunes, 10 de septiembre de 2012

Amor de verano gallego.

Me pillaste en pleno esplendor de la genial edad del pavo y probablemente ésa sea la razón por la que pareces haberte grabado a fuego en mi memoria. Fuiste lo mejor que me pasó en ese viaje a Galicia que aún recuerdo como si no hubiera otro tiempo mejor en mi vida. Las páginas de mi diario de adolescente escrito entre bellos eucaliptos estaban llenas de ti. Tú por todas partes. Tú a todas horas. Tú a escasos metros, al otro lado de la pared de la habitación de aquella casa rural de espíritu algo desvencijado. Tú sin saberlo eras el visitante más especial de mis sueños aún atenuados por la inocencia radical de la reciente niñez. Pero un abismo de años nos separaba y probablemente muchas otras cosas que habrían hecho imposible mi mayor deseo.
Aún hoy leo las páginas de ese diario de corazones y tonos pastel que reposa sobre mi mesilla para empaparme de tu recuerdo. Me gustaría que supieras que aún pienso en ti y que confío en volver a verte algún día y bañarme en la esencia de aquellos días de verano junto a ti.

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